--¿Es habitual el personaje de Gabriela Aldama en la judicatura española?

--No sé cuántas habrá. Un 54% de los miembros de la carrera judicial son mujeres, así que habría posibilidad de que hubiera muchas. De todas formas, he construido un personaje poliédrico, complicado, muy atractivo, etc. Quizá es un puntito transgresor y eso que la carrera judicial, de alguna manera, tiende a hacer personas bastante metidas en el sistema por la propia dinámica de la profesión. Es más dificil que se salgan de la norma. De la misma forma que ser periodista tiene la característica de ser curioso por naturaleza, los jueces están relacionados con un esquema más clásico del funcionamiento social.

--La novela gira en torno a la aparición de dos cadáveres. ¿Se ha inspirado en algún caso real?

--No. La novela es pura ficción. He querido que atrape al lector, que sea rápida. Mi intención era contar una historia que a mí, como lectora de novela negra, me hiciese disfrutar. Nadie debe de escribir nunca un libro que no le hubiera gustado leer. Creo que los periodistas, antes de novelar, tenemos una forma de trabajar que nos hace documentarnos mucho. Gabriel García Márquez decía que Cien años de soledad es una novela de periodista porque cuando desmontas el andamiaje no eres capaz de reconocer cuál es su origen. Eso es precisamente lo que he pretendido. Es muy verosímil.

--Lo cierto es que describe con mucho detalle a los personajes.

--Pero es una forma de escribir que huye bastante de las descripciones decimonónicas, que a mí me aterrorizan. Cuando ves a la gente, la idea que te conformas de las personas es por como hablan, por como se mueven, por como van vestidas... Con eso ya tienes un primer juicio. Todo esto lo utilizo para ir presentando al personaje, su psicología, pero sin entrar en esas descripciones pesadísimas que hacen que el ritmo de la narración se pierda mucho.

--La corrupción política está a la orden del día en España. ¿Existe una fórmula para romper con está dinámica?

--Hay una circunstancia sin la cual la corrupción no podría producirse, la sensación de impunidad que tienen los políticos. Quienes pasan la línea de la legalidad lo hacen porque en el fondo piensan que no les van a pillar o que si les pillan tampoco les va a pasar nada. Creo que hay que acabar con esa impunidad que en muchos casos se produce porque el poder político ha manoseado las leyes o la elección de los jueces para poder controlar. Hay que acabar con ello porque la corrupción puede acabar con el sistema democrático.

--¿Hasta que punto sufren presiones los jueces?

--Con las reformas de Gallardón, estamos asistiendo al último golpe de gracia contra la independencia judicial. Es verdad que la justicia en su relación con los ciudadanos es bastante independiente en los casos comunes, el problema es cuando se aproxima al poder. Desde la Constitución todos los partidos han ido toqueteando cosas para intentar controlarla. Hay una politización a través de los nombramientos que el Consejo, que no tiene jurisdicción, hace para los grandes puestos judiciales.

--Periodistas y jueces son, precisamente, las profesiones peor valoradas. ¿Qué opina al respecto?

--Lo de las valoraciones de las profesiones. no lo termino de ver. Los barómetros varían en si el encuestado ha tenido contacto directo con la justicia o no Mientras los primeros tienden a valorarla de forma muy positiva; los otros, se dejan guiar por esta especie de orgía mediática en la que solamente sale lo que está mal. No obstante, es cierto que ni el periodismo ni el poder judicial están viviendo su mejor momento.

--¿Pretende poner en valor la profesión de juez con Peaje de libertad?

--Lo que he pretendido es contar una historia apasionante. De todas formas, conozco muchos jueces y sé que muchos son muy heroicos. Trabajan una bestialidad con unos medios que darían risa en cualquier profesión.

--En su día fue la directora más joven de un periódico. ¿Por qué no hay mujeres al frente de cabeceras?

--Hay un techo de cristal. A medida que los puestos son más altos, hay menos mujeres.