Con la Biznaga de Oro bajo el brazo, lo grande de la ópera prima de Pilar Palomero es que te encuentras con una película que no te esperas. La directora aragonesa utiliza el macguffin de los años 90macguffin para atraparnos en una apasionante historia, la de la preadolescencia, presentada con hondura y sabiduría, un brutal viaje al interior para todos los públicos, repleto de encanto, crisis y muchas risas también.

Palomero utiliza la distancia justa ante los hechos y sus personajes. Esto le permite recrear con más lujo de detalles el universo que nos presenta una más que magnífica Andrea Fandos en el papel de Celia, la protagonista. Detalles que hablan de cómo esos descubrimientos fueron vividos, una revisitación sensorial para una atmósfera cercana al cuento, al sueño y los recuerdos. Todo hace que las fibras emocionales de Palomero enganchen con las butacas, compartiendo de manera cómplice sentimientos, preocupaciones e ilusiones, confusiones y deseos.

Con seis pequeñas grandes mujeres que dicen aquí estoy yo, pero que también lanzan un SOS, Palomero pone en valor la belleza y la vulnerabilidad preadolescente de un cuerpo en transformación y un mundo adulto cada vez más ausente de sus vidas, apenas nada. La casa y el cole quedan atrás y, con sus mentiras e incoherencias, el gran mundo se abre ante ellas.

Como una bocanada de aire fresco, la nueva de la clase, Brisa, —brillante y personal Zoe Arnao— entrará en la vida de Celia y del resto de chicas. El grupo de las seis niñas formarán un gran sujeto, de ahí el título. Lo completan Julia Sierra, Elisa Martínez, Ainara Nieto y Carlota Gurpegui. Con tanta frescura como intuición, Palomero sabe declinar su libreto realizando una coreografía de rostros, miradas, pelo, para ritos de pandilla en el hogar de la amistad, y mostrar así la potencia y el talento de sus prometedoras intérpretes.

Las secuencias grupales ya forman parte del imaginario del cine español, rituales donde somos nuestras propias búsquedas, y donde también nos hacemos, nos construimos, ante las voces de los demás. «Por lo menos estaremos juntas», escuchamos, en su tierna lucha por la supervivencia. El pulso de Pilar Palomero hace que lo que pudiera ser un drama se visione entre risas y lágrimas, bienestar y anhelada esperanza.

Las niñas va mucho más allá que Cría Cuervos o La llamada. Es un viaje a las profundidades de Celia y, con ella, a las de toda una generación, esa en la que copiar un casete era la máxima del compartir. En Las niñas, el blanco es gris, el ras del boli da paso al cepillado de dientes y, de paso, sirve para hablar sobre la existencia de Dios. Los espacios abiertos —paseos, callejones, campo, incluso cementerio— dan aire. A ellos se suma una generosa Natalia de Molina al servicio de las niñas, cuyo papel cobra gran fuerza y significado al final de la cinta.

Como apuntes, la película brinda con el Truffaut de La piel dura y el Elephant de Gus Van Sant; las niñas son presentadas con finura a la manera de Kieœlowski; la proyección de Marcelino pan y vino me recuerda al cine que veían los presos de Cadena perpetua; la metáfora púber linda más con Carrie y El pueblo de los malditos que cualquier oferta actual de serie teen; y Palomero incorpora la televisión como si fuera otro personaje, al más puro estilo de Nanni Moretti.

Una preciosa fotografía de Daniela Cajías también premiada en Málaga, y una estupenda banda sonora de Carlos Naya que sabe combinar los importantes silencios y la selección top de canciones de la época —en especial el Apuesta por el rock and roll Apuesta por el rock and rollde Más Birras—, no hacen sino completar el gran equipo técnico del que se ha rodeado Palomero: Laura Sipán, Nacho Lasierra, Rubén Martínez, Arantxa Ezquerro, etc. junto a otro artístico también delante de la cámara, con nombres como Mariano Anós o Maite Sequeira, que demuestran eso de que no existe un papel que sea pequeño.

Con el aplauso ya de público y crítica, la película invita a desaprender muchas cuestiones, tomar cumplida nota de lo que nos exige la vida y, para que todo fluya, poner en valor esa maravillosa etapa de la vida que es la adolescencia. La buena noticia es que estas niñas se rebelan y revelan. En titulares: tenemos película para rato, ya lo verán. Y la cinta volverá a Málaga: los Goya, el 27 de febrero. Tomen nota también de esto.