Darandi es el último disco del cantante, guitarrista y percusionista hondureño Aurelio Martínez, el principal portavoz de la cultura y la música garífuna, que nació hace 200 años cuando barcos que llevaban esclavos hacia las Indias Occidentales desde África naufragaron cerca de la isla de San Vicente. Se asentaron en «Honduras, Guatemala, Nicaragua y Belice», donde todavía hay garífunas «y mantenemos la tradición, la lengua materna, la comida... y ahí estamos llevándola a través de la música porque es la parte de la más fuerte de la cultura».

—¿Por qué es tan desconocida su cultura?

—Porque la comunidad garífuna ha sido bien cerrada, se ha protegido y hasta hace pocos años no se abrió al resto de la gente. Hoy por hoy, es la única que ha resistido de la época de la esclavitud, aunque nunca fueron esclavos, sí que llegaron en calidad de esclavos a la isla de San Vicente. Después se fusionaron con los indios caribes, los arahuacos.

—¿Por qué decidió, junto con otros, como Andy Palacio, darla a conocer?

—Cuando se abre a otras culturas, los jóvenes queríamos vivir como el resto, pero empiezas a escuchar la radio y otras culturas y aparece la discriminación. La cultura garífuna fue marginada y eso hizo que algunos jóvenes comenzáramos a hablar. Andy Palacio y yo decidimos hacer un disco, Parranda, con parranderos de la cultura garífuna. El objetivo fue mostrar a los niños el orgullo de ser garífuna; y ya llevamos 30 años trabajando.

—Sirvió para reivindicar esos orígenes.

—Exactamente. El trasfondo era preservar la tradición para trasladarla a la próxima generación. Y por eso merece la pena estar ahora en España mostrando la música al mundo, que además está declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Queremos establecer escuelas para que los niños aprendan música y la propia cultura. Ese es uno de los propósitos de Aurelio Martínez como artista y como miembro de la comunidad.

—¿Cómo definiría la música?

—Está adaptada a los cantos. Es música contestataria, que habla de problemática cotidiana entre dos vecinos o dos amigos que se dicen cosas a través del cantar. Hoy día lo hemos logrado traducir a algo más importante en cuanto a contenido adaptándolo a hacer cambios a nuestra sociedad y concectar la problemática en un contexto más global. En cuanto a instrumentación es tambor, maracas, clave y también la guitarra, que conocemos por el contacto con los españoles.

— ‘Darandi’, su último disco, ¿es fruto de esa contestación?

—Es el reflejo de una etapa de mi carrera. Yo creo que cierra un ciclo, el del trabajo en torno a la tradición. Ahora quiero ser un poco más libre, poder intercambiar con otras músicas... Darandi son canciones que llevan 30 años conmigo y que son las que más he tocado en los últimos años.

—Ha reivindicado sus orígenes africanos, pero cuando estuvo allí, el sueño desapareció.

—Exactamente. Fue un sueño mío y de Andy Palacio, el de llevar nuestra música a África pero él falleció antes. Cuando yo llegué a través del programa Rolex para Mentores y protegidos (Youssou Ndour fue su mentor), fui a Senegal y encontré que mis sueños como africano no eran tan reales, porque vi que era una etapa de mis ancestros y que nosotros como garífunas eramos gente muy diferente en la forma de negociar, de vivir, de comportarnos... Siento que soy tan afrodescendiente como tan arahuacodescendiente, es una mezcla única. Yo soy garífuna, ni africano ni arahuaco.

—¿Se imaginaba llegar a tres décadas sobre los escenarios?

—Cuando yo empecé, me decían que estaba loco, porque no era usual que un jovencito se vistiera de harapos para traer a sus ancestros en el escenario; a los jóvenes les gustaba vestirse con la ropa importada de EEUU y yo quería ser un garífuna, representar la historia de mi pueblo para darlo a conocer.

—Anoche estuvo en Huesca y hoy en Zaragoza. ¿Cómo entiende el público español su música?

—Cada concierto es una experiencia maravillosa, porque es un descubrir y encontrarme con gente diferente. Cuando entro en escenario ya no soy Aurelio Martínez si no el espíritu de mi abuelo que me toma. Quiero que el público de hoy (por anoche) se sienta tan conectado como me sentí anoche (por el jueves) en Madrid, que fue un público maravilloso; lo pasamos bien rico y creo que a mí y al público se nos hizo demasiado corto.