En la recién estrenada La tragedia de Peterloo, el director de Secretos y mentiras y Anotheryear, Mike Leigh, reconstruye el episodio de 1819 en que la caballería británica cargó en la plaza de San Pedro de Manchester contra una multitud pacífica que exigía la reforma parlamentaria y la extensión del derecho a voto.

-Suele desarrollar personajes y tramas con la ayuda de los actores. Supongo que esta vez el proceso fue diferente. Hablamos de una ficción histórica y debía tocar ciertos puntos. ¿O ha integrado su método habitual?

-Sí, claro, es siempre lo mismo, aunque esté haciendo una dramatización de una serie de acontecimientos históricos. Los procesos complejos de crear personajes y explorarlos a través de la improvisación, que son esenciales en mis películas contemporáneas, siguen siendo igual de importantes aquí. Puedes leer todos los libros del mundo, pero ninguno te explica lo que ha de suceder delante de la cámara. Solo te dicen «X persuadió a Y de tal cosa», y todo parece muy claro, pero ¿cómo se movieron? ¿Qué dijeron en realidad?

-No es algo que se vea tan a menudo en el cine de época: las interacciones cotidianas, los matices naturales de la conversación…

-Cuando rodé mi primera película de época, Topsy-Turvy (1999), el objetivo era coger un tema improbable [el proceso de elaboración de la ópera cómica El Mikado de Arthur Sullivan y W. S. Gilbert] y hacer realmente una película sobre esa gente. Tratándola como gente real, con problemas reales, preocupaciones reales, etcétera. De ese modo, subviertes las convenciones del drama de época. Al pensar en esas películas, la gente piensa sobre todo en vestidos. Nosotros no descuidamos ese aspecto en La tragedia de Peterloo, pero hablamos de un mundo real y sobre gente también real.

-Siempre es lo mismo, pero aquí no solo cambian los vestidos, sino también, por ejemplo, el lenguaje. ¿Investigó a fondo los modismos y los acentos?

-Sí, por supuesto. El lenguaje es clave en La tragedia de Peterloo. ¡Se habla mucho en la película! Había varios aspectos en los que indagar. Por un lado, el lenguaje de la oratoria, de los discursos políticos. Eso es fácil de investigar, porque hay mucho material en Manchester y en los archivos de la Biblioteca Británica en Londres. Por otro lado, estaba el dialecto de Lancashire. Todavía se puede oír en el norte, pero nosotros usamos palabras que son de otro tiempo. Al contrario que en La favorita, aquí no nos conformamos con el diálogo actual.

-‘Mr. Turner’ [su atípico biopic del pintor romántico J. M. W. Turner] y ‘La tragedia de Peterloo’ se desarrollan a principios del siglo XIX. ¿Le interesa por algún motivo concreto esa época de la historia británica o es solo casualidad?

-Simplemente es una coincidencia. La película sobre Turner está motivada por una fascinación por Turner. No siento una obsesión particular por el siglo XIX.

-Esas películas también comparten sensibilidad pictórica. ¿Habló de estilos o pintores con [el director de fotografía] Dick Pope?

-Para La tragedia de Peterloo no buscamos referencias pictóricas particulares. Algunas personas dicen que la primera aparición de Nellie, el personaje que interpreta Maxine Peake, en su pequeña cocina, parece un homenaje a Johannes Vermeer. Porque parece un cuadro de Vermeer. Pero no se nos ocurrió mientras estábamos filmando. En realidad, no hicimos referencias a ningún pintor, salvo por el momento en que vemos a Jorge IV y su amante, para el que estudiamos muchas caricaturas de la época, como las dibujadas en su momento por James Gillray y Thomas Rowlandson. Aunque tampoco las tomamos en realidad como referencias visuales.

-La secuencia de la masacre debe ser la más, digamos, aparatosa que ha rodado.

-Técnicamente, era un desafío. Había escenas bastante grandes en Topsy-Turvy, pero nada como el caos y la violencia de esa matanza en Manchester. Por suerte, los cineastas no estamos solos cuando hacemos películas. No somos pintores ni poetas. Este es un trabajo en equipo. Y yo tengo un equipo fantástico, que siempre encuentra buenas formas de resolver los problemas. Fuimos muy rigurosos con lo que íbamos a hacer. Pope y yo decidimos desde el principio que no habría tomas aéreas.

-Los planos circulares pueden recordar a ‘La puerta del cielo’.

-No pensamos en ello, en realidad. Cuando me preguntan qué clase de películas tenía en mente, suelo mencionar filmes como El acorazado Potemkin y Ran, pero en ningún caso las copié; simplemente están en mi ADN. Sé de películas. No pienso: «Voy a hacer de esto un momento Potemkin». Solo me pregunto: «¿Qué les está pasando a estas personas? ¿Qué es lo que sucede? ¿Cómo lo hacemos realidad?».

-Siempre ha negado la idea de que sus filmes traten solo sobre el Reino Unido. Y es verdad, son más universales que eso. Pero tengo una curiosidad: ¿cómo es que nunca ha rodado una película fuera de su país? ¿Nadie lo ha tentado con algún proyecto?

-Rodé un telefilme, Fourdays in july, mi último proyecto con la BBC, en Irlanda del Norte. También hice una obra de teatro en Sídney. Pero no estoy muy interesado en hacer películas fuera del Reino Unido por el mero hecho de hacerlas. Me preocupan demasiado los matices culturales y vitales.