Aunque ya había debutado tanto en el teatro como en el cine y la televisión, el rostro de Silvia Marsó se hizo popular en España en 1983 como azafata, cantante y bailarina en el recordado programa concurso Un, dos, tres. Desde entonces, la actriz barcelonesa se ha labrado una sólida trayectoria en todos los campos, desde el cine a las series de televisión pero sobre todo en el teatro, su gran pasión. Desde hoy y hasta el domingo presenta en el Principal 24 horas en la vida de una mujer, que adapta la novela homónima del escritor austriaco Stefan Zweig y en la que además de protagonista es productora. Una obra musical que plantea una reflexión sobre la naturaleza humana a través de las decisiones que se toman en la vida y sus consecuencias.

-¿Necesitaríamos todas las personas esas 24 horas como las de la protagonista de la obra para que se produzca una catarsis en nuestras vidas que nos aclare dónde estamos y qué queremos?

-Creo que sí, a veces sí, porque el destino te pone en un cruce de caminos y según cuál tomes tu vida cambiará y puede dar un giro de 180 grados o no se sabe qué. Saber darte cuenta de cuando ocurre esto es importante y es la gran enseñanza de Zweig a través de su obra.

-Quizá no siempre vemos esa posibilidad de tomar distintos caminos, o no nos atrevemos a coger el que más nos apetece...

-Es verdad, muy pocas veces nos atrevemos. Es el lastre de los seres humanos. Vivimos en una sociedad con unos condicionantes absurdos, la hipoteca, la religión... pero el ser humano no se escucha a sí mismo; si nos escucháramos más romperíamos con muchas cosas que nos atan a la vida, a muchos condicionantes que no hemos decidido.

-Hay que lanzarse.

-Sí, lanzarse a saber qué es lo que quieres hacer y hacerte caso a ti mismo. La obra habla de una mujer mayor que tiene un romance con un hombre más joven, pero en realidad habla del ser humano, de otras muchas facetas. Es nuestra cobardía la que nos impide hacer ese cambio en la vida. La protagonista de la obra se da cuenta cuando es mayor. Aunque nunca es tarde.

-¿Qué le atrapó de la obra?

-Me atrapó todo, la historia de los personajes, un texto increíble sobre las reflexiones de una mujer cuando ya es mayor, la música de Sergei Dreznin y la dramaturgia que le habían impreso los franceses. Yo ya conocía la novela, pero la vi en París y me impresionó cómo habían sabido plasmar en escena y con las canciones toda la esencia de los personajes.

-Repasando su vida, podría decirse que también usted tuvo que tomar una decisión en un momento y actuó de forma apasionada, en este caso por el teatro y dentro de él, por esta obra.

-Sí, como digo, cuando vi la obra en París dije ‘¡Dios mío, esto lo tengo que hacer: tengo que dar ese paso, producirlo yo o como sea!’. Lo que cuenta la obra es lo que yo he hecho, tomar las riendas de un proyecto en el que creo firmemente y no soltarlas, con todo el riesgo del mundo. Y aquí estoy, estrenando en La Abadía en el 2017, cuando no había ayudas, saliendo adelante con un préstamo personal, pero con premios, reconocimientos...

-Y no es muy arriesgado meterse a empresaria en el mundo del espectáculo, tal y como están las cosas.

-Sí, es un gran riesgo. Y más cuando en el momento en que empecé con esta obra el IVA estaba al 21%. He aprendido mucho tras sacar adelante este proyecto, como que gente importante como el director Ignacio García, o Ignacio Martín Burgos, que ha hecho la escenografía, el director musical, Josep Ferré y todo el equipo artístico ha apostado por un proyecto con la misma pasión que yo siendo profesionales premiadísimos y con una agenda apretadísima. Y también mis compañeros sobre el escenario, los actores Marc Parejo y Gonzalo Trujillo, conocidos por la serie Acacias 38. Ahí me di cuenta que en esta profesión todavía hay gente apostando por retos, por lo difícil y comprometido culturalmente. Sin este equipo no hubiese podido sacar adelante una obra como esta.

-Hoy ha conseguido hacerse una carrera sólida dentro del teatro, y además con un teatro de calado. Cómo ve ahora sus inicios, su paso por el concurso 'Un, dos, tres', que la dio a conocer?

-El Un, dos, tres me sirvió de mucho. Allí aprendí el oficio de comunicadora con un gran maestro como era Ibáñez Serrador. Me enseñó a ponerme delante de la cámara y además tuve la suerte de hacer varios números musicales, algo que no se había visto en España. Solo estaban en Broadway, pero entonces no había internet y la gente no podía verlos. Un ejemplo, ahora se habla mucho del montaje que está haciendo Antonio Banderas del musical A Chorus Line. Pues bien, nosotros en la presentación de las azafatas de Un, dos, tres en esa etapa lo hicimos con el número final de A Chorus Line. Lo vieron 20 millones de espectadores, una audiencia que hoy es imposible. Un, dos tres me enseñó mucho, y solo lo puedo agradecer.

-¿Y no pensó que podría quedarse encasillada en un tipo de actriz de géneros digamos más ligeros o frívolos?

-Tengo que reconocer que es verdad que durante un tiempo me cerró puertas al teatro que yo quería hacer, teatro de autor, comprometido, pero al final conseguí quitarme esa imagen de mujer de televisión, incluso perdiendo mucho dinero que me ofrecían, por ejemplo por presentar programas, y conseguí centrarme en lo que quería, ser actriz, y empecé a trabajar con Marsillach, Narros, José Luis Alonso, Tamayo... Mi apuesta por el teatro es tan tangible que es lo único que quiero, seguir haciendo teatro y mejorar con cada nuevo trabajo. H