«A efectos de organización de futuras exposiciones, le ruego se abstenga de proponer a esta Institución aquellas que supongan, por cualquier extremo, la posibilidad de que la Institución se vea envuelta en alguna polémica o situación crítica», notificó por carta Fernando Solano, director de la Institución Fernando el Católico, entidad cultural creada en 1943 por la Diputación Provincial de Zaragoza, de la que era vicepresidente, al profesor Federico Torralba, jefe de la Sección de Arte. La carta, fechada el 21 de enero de 1958, cierra la carpeta documental referida a la organización de la muestra dedicada a El Paso en el Palacio de la Diputación Provincial, que tuvo lugar entre el 21 de enero y el 4 de febrero de 1958.

Es decir, que el mismo día de la inauguración, Torralba recibió la advertencia de su inmediato superior, con quien de forma habitual mantenía correspondencia pormenorizada en la que daba cuenta de todas sus propuestas y demás asuntos relacionados con las actividades artísticas organizadas desde la IFC. Hasta ese momento, la lectura del cruce de cartas que se conservan en el archivo de la Institución, no pone de manifiesto dudas o entusiasmos ante el nuevo proyecto. Pero algo debió de suscitar los recelos de Solano para que el mismo día en que se publicó una entrevista a Saura e iba a tener lugar la presentación de El Paso, decidiera hacer una llamada de atención.

Poco importan los motivos por cuanto el tiempo ya quitó razones, y sí mucho las dosis de esfuerzo de quienes, como Federico Torralba, decidieron romper con la atonía y mediocridad de aquellos interminables años de posguerra. Pese a todo, la exposición de El Paso se celebró y, tal como se había decidido, a la presentación de Torralba siguió la conferencia de Saura, La abstracción expresionista en el arte, que se acompañó con un pase de diapositivas, para finalizar con la proyección del cortometraje Flamenco de Carlos Saura sobre el acto de creación del cuadro del mismo título de Antonio Saura, en el jardín de su casa de Cuenca, en 1955. A continuación, se procedió a la inauguración de El Paso. Exposición con obras de Feito, Millares, Canogar y Saura.

Las gestiones previas a la exposición se habían iniciado entre finales de agosto y comienzos de septiembre de 1957, cuando Juana Francés, Pablo Serrano, Manuel Rivera y Antonio Suárez habían abandonado el grupo El Paso que, tras su fundación el 20 de febrero de 1957, se presentó por vez primera en la galería Buchholz de Madrid, el 15 de abril de 1957. Tras ser aceptada su propuesta de mostrar en Zaragoza las obras de los entonces integrantes de El Paso, Torralba viajó a Madrid para ultimar los pormenores del proyecto y fijar la fecha de inauguración que finalmente se retrasó del 20 de octubre de 1957, al 21 de enero de 1958. La correspondencia y documentos conservados permiten conocer las cuestiones que Torralba fue planteando a Solano que afectan al transporte de las obras, a la edición del folleto con texto de Manuel Conde y según diseño que se adjuntaba con anotaciones a mano de los contenidos, cliché del logotipo del grupo, tipo de papel y letra futura, y la Carta número 1 de El Paso a sus amigos, de noviembre de 1957. Asimismo, se aceptó que, tras la presentación de Torralba, Saura impartiera una conferencia y se proyectara el filme de Carlos Saura, para lo que se solicitaba alquilar un proyector de 16 mm. El texto de Manuel Conde se acompañó en el folleto de una breve anotación: «La Institución, atenta con generosidad a todos los aspectos de la cultura actual, presenta esta exposición como un testimonio, sin sentirse, corporativamente, identificada». Una aclaración que quizás era habitual pero que unida a la advertencia de Fernando Solano cobra todo su significado.

Antonio Saura llegó a Zaragoza días antes de la inauguración para hacerse cargo de la distribución de las obras y de la publicación del folleto, y ultimar su conferencia y selección de diapositivas; tuvo tiempo de atender el consejo de Federico Torralba que le animó a realizar más obras ante el riesgo de que el espacio de las salas quedara vacío. El fotógrafo Joaquín Alcón compartió su estudio con Saura.

En su texto Los pintores de El Paso, Conde atendía a la confluencia de corrientes que en el tiempo y en el espacio se daban en la obra de los artistas convocados para, a continuación, atenderles individualmente. «En estos artistas, el motivo, el pretexto hacia la expresión desnuda y libre, se inscribe en una densa zona de espíritu, que en Saura se revela por la tensión última de sus gestos (...) En Feito es una quietud de astro apagado, o que quizá espera el instante de su ebullición (...) Millares, afianza su voluntad de constructor con materiales aún casi invisibles (...) Y Canogar, para quien el trabajo es un medio constante de integración del hombre en el gran ritmo cósmico». Saura quiso dejar claro que la decisión de estar en Zaragoza respondía al deseo de explicar la realidad de otra forma de expresión pictórica. Se trataba de dar a conocer el arte moderno. Difundir, en definitiva, la decisión de un grupo de artistas empeñados en conectar el arte español con el internacional y estar en sintonía con su época. Durante su conferencia, Saura informó sobre los últimos logros de la abstracción expresionista. Saura hablaba sin papeles y, a su lado, Torralba se hacía cargo del pase de diapositivas. Ambos de pie, al fondo de la sala.

Los diarios publicaron resúmenes de la conferencia sin entrar en valoraciones, ajustándose al que habían recibido de la IFC. Los comentarios críticos que fueron apareciendo en prensa informaron sobre las obras no sin antes evidenciar el desconcierto y la incertidumbre del público. Saura presentó dos óleos y cinco dibujos, Canogar tres pinturas, Feito dos, y Millares tres arpilleras que no gustaron a nadie. A pesar de que parecía haberse superado el desprecio hacia la abstracción que había sufrido el Grupo Pórtico, la negatividad y la intransigencia seguían presentes. Nada mejor para maquillar la ignorancia que despreciar lo que no se entiende. Y pocos entendieron las palabras de Saura a pesar de su empeño en acompañarlas de imágenes que facilitaran la comprensión de la necesidad de un arte nuevo para un tiempo nuevo. Lo había dejado claro en la entrevista que se publicó el mismo día de la inauguración: «Este arte está completamente de acuerdo con la época en que se vive, como ha sido siempre a través de sus historias. Es la fiel expresión de la angustia, de la inquietud, del desequilibrio en que se halla nuestro mundo. Se vive muy distinto a antes, cuando una filosofía humanista que centralizaba en el hombre toda acción, daba equilibrio de ideas con el que el artista se expresaba de forma forzosamente figurativa. Hoy es distinto: se lucha contra ese imperativo que marca un mundo absolutamente desequilibrado. El arte moderno es, pues, una consecuencia de todo esto, que el artista -pintor o escultor- se ve obligado a plasmar en su obra».