La Academia de Cine tiene 1.200 asociados. De ellos, no todos tienen derecho a voto. Para tenerlo, entre otras cosas, hay que estar al día de las cuotas. De los que sí tienen derecho a votar, 423 han emitido ya su veredito, un número más elevado que en la anterior convocatoria: 357. Esta vez había dos candidatos para presidir la institución: el distribuidor Enrique González Macho (presidente durante los últimos tres años) y la productora Piluca Baquero. Por 290 votos frente a 110, la candidatura ganadora ha sido la de González Macho. Otros 22 votos fueron en blanco y uno, nulo.

Con esta decisión, los académicos refrendan a un presidente (cargo que no está remunerado) que durante su mandato ha visto cómo su imperio cinéfilo temblaba. Su distribuidora de cine independiente, Alta Films, ha desaparecido y su cadena de cines Renoir se ha quedado tiritando, con 25 salas abiertas frente a las 200 que llegó a tener. Como presidente de la Academia, González Macho (que sustituyó al carismático Álex de la Iglesia en el cargo) emprendió una lucha titánica para que las autoridades políticas comprendan la importancia de luchar contra la piratería. A juicio de Macho (y en contra de la opinión de su antecesor), internet todavía no es rentable para el cine. La red no consigue amortizar los gastos que conlleva la producción de una película y el público todavía está educado en la cultura del todo gratis.

Baquero, por su parte, siempre se ha movido en los márgenes de la industria desde que en los años 90 produjera cintas como Killer Barbys, de Jess Franco; Mamá es boba, de Santi Lorenzo, y En la puta calle, de Enrique Gabriel. Profesora en la Universidad Camilo José Cela, Baquero fue directora del Festival de cine político de Ronda (Málaga), que duró una sola edición y que se saldó con la denuncia de uno de los ganadores, que acusó al Ayuntamiento de no pagar el dinero establecido para distribuir la película. A juicio de Baquero, aquel certamen se vio truncado por la "corrupción" que impera en muchos ayuntamientos.