Más allá de consideraciones argumentales, que Creed II conecte no solo con Creed (2015) sino también con Rocky IV tiene una lógica comercial aplastante: esos dos títulos previos son las entregas más lucrativas de la saga de Balboa, y la única razón de ser de la nueva película es vender entradas. Después de todo, Creed ya contó la historia completa sobre cómo Adonis se enfrentaba al legado de su padre y lo asimilaba, y sobre cómo generaba una identidad propia guiado por Rocky. Creed II esencialmente desmonta buena parte de esa estructura para volver a montarla después.

Por lo demás, es más grande y más ruidosa que su predecesora, su historia es más formularia y sus combates más absurdos pero más anodinos; y el relato se centra mucho más en Rocky ahora que entonces, y eso quizá sea ajeno al hecho de que Stallone haya coescrito el guion, y pese a ello el director Steven Caple Jr. no logra dar al viejo campeón gran cosa que hacer más que pronunciar incesantes discursos pomposos sobre la familia, el destino y paso del tiempo. De hecho, dota de mucha más miga a los Drago.

En última instancia, la gran baza de Creed es que rendía tributo al universo al que pertenecía pero al mismo tiempo era capaz de exhibir una personalidad distintiva y conectada con el zeitgeist. Creed II, en cambio, se centra en ser como cualquier otra secuela de Rocky: competente, entretenida y algo rutinaria. Por otra parte, ha quedado claro que la fórmula funciona.

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DRAMA

Creed II: La leyenda de Rocky

Steven Caple Jr.