El que fuera integrante del grupo zaragozano Distrito 14, Mariano Casanova, ahora hace un año que decidió volver a los escenarios. La pasada temporada estuvo en París, Nueva York y Japón, y este verano ha decidido volver al país nipón para deleitar de nuevo a sus seguidores orientales. El 15 de agosto comenzará una gira que tendrá como primera parada Tokio y que acabará el 6 de septiembre en la misma ciudad, habiendo pasado ya entonces por Kioto y Nagoya.

«En las actuaciones que hice el año pasado todo fue muy sorprendente porque a los japoneses les encantó mi música, a pesar de que no entendían las letras. De hecho, en los conciertos hay un traductor que va explicando las cosas que yo digo entre canción y canción. Era una cosa que yo nunca había vivido. Al poco rato, tenía al público conmigo y me acompañaban con palmas y coros. Eso sí, los coros no pasaban del uuuh, aunque lo hacían muy bien», comenta el artista, que seguramente visite también México, aunque todavía no hay fechas confirmadas.

CON ARTISTAS LOCALES / En sus conciertos en Japón estará acompañado de varios artistas locales que o bien tocarán antes que él, o bien le acompañarán sobre el escenario. Según cuenta Casanova, tiene «muchísimas ganas» de tocar con músicos de la zona. En Nagoya, por ejemplo, el cantante actuará junto a Satori Juiichi, un experto en la música tradicional japonesa pero con una visión «muy cosmopolita de la misma», asegura.

En cuanto al repertorio, el zaragozano ha optado por elegir varios de los temas que marcaron su carrera, aunque, según reconoce, ha incluido muchas canciones de su primer disco en solitario, Al final de la ciudad dormida, que publicó hace tres años.

«También tocaré tres o cuatro canciones de mi próximo disco, que todavía ni he grabado, pero me apetece», cuenta Casanova, que admite que espera no tardar mucho en poder anunciar su segundo trabajo en solitario desde que desapareció Distrito 14. «Nunca me pongo fechas», dice el músico.

Si se le pregunta por la evolución de su música, dice no tener «ni idea», ya que para eso tendría que ponerse a escuchar sus discos y eso es algo que no ha hecho «nunca». «Jamás me apetece. Hay tantísima gente maravillosa que tengo pendiente de escuchar que no me voy a oír a mí mismo», cuenta.

«Lo único que tengo claro es que siempre he ido haciendo aquello que no sabía hacer. Para mí lo más importante es aprender. Vivir es una aventura, y yo más que músico soy aventurero. Y esa aventura es lo que yo trato de pintar en mis canciones, como si fueran cuadros, porque creo que tengo una mente más de pintor que de músico», narra entre anécdotas. «Creo que he sido coherente, porque siempre he intentado reflejar en mis canciones lo que es la vida para mí», señala.

PERIFERIAS / Lo único con lo que Casanova soñaba cuando era niño en las calles de La Jota era en convertirse en cantante. Fue hace más de 40 años cuando se estrenó en su barrio y, desde entonces, dice recordar toda su vida como una «película».

«Siempre he estado muy ocupado pensando en el presente. Si lo pienso ahora, es cierto que nunca podría haber pensado la mayoría cosas que me han pasado en la vida. Además, no ha venido nunca nadie a salvarme ni a poner billetes. Yo me he ido a Nueva York a ganarme la vida, me lo he currado, no he dormido, casi me muero, y lo he pasado bien, mal o regular, pero siempre he estado ahí. Si vuelvo la vista atrás, me mareo», explica Casanova, que recuerda con ilusión cuando fue telonero del mismísimo David Bowie. «Bajó en batín a mi camerino para felicitarme por el concierto. Lo intento asimilar todos los días», asegura.

A Mariano Casanova todavía le quedan muchas ganas y según cuenta seguirá tocando muchos años. «A mí me gusta igual tocar en Tokio que en Muel. Para mí es igual de maravilloso. A mí lo que me gusta es tocar donde haya gente que quiera escucharme. Me encanta todo lo que todavía hay por aprender», concluye.