Con una extensa filmografía, fundamentalmente entre España y Argentina, Leonardo Sbaraglia cree que como actor «es lindo dejarse transparentar a través de los personajes, que te vean como nunca te habían visto, dejarse destruir en el buen sentido para que aparezca otra cosa». «Uno intenta hacerlo lo mejor posible, y unos personajes salen mejor y otros peor, pero el único sello del que me puedo sentir orgulloso es de romperme el alma trabajando», reconoció ayer el actor argentino, que por la mañana destapó un monolito con su nombre en el Paseo Marítimo de Málaga, después presentó su película Nieve negra y, por la noche, recibió el Premio Málaga en el vigésimo Festival de Cine en Español como reconocimiento a toda su carrera.

Esta profesión de actor surgió en un momento en el que le «salvó la vida» y le hizo encontrar su «lugar en el mundo», desveló Sbaraglia. «Tenía 9 ó 10 años, mis padres se estaban separando y no sé qué pasó por mi cabeza, pero me enviaron al psicoanalista. Cuando terminé de ir empecé a estudiar teatro y me sentía más cómodo que nunca», confesó.

Después llegaría el salto a España, en el que lo que más le costó fue cambiar su acento porque el argentino tiene «una manera de hablar gestualmente muy italiana». España representó para él «empezar la madurez y hacerse de abajo otra vez, como se dice en Argentina», porque, si bien tenía en su país «cierto prestigio», aquí aún no se le conocía.

Ahora se encuentra en otra etapa desde que, «hace cuatro o cinco años», empezó a entender más su profesión «como una herramienta de expresión», mientras que antes sentía que «tenía que desaparecer detrás de los personajes».

«Creo que un actor tiene que desaparecer, pero por otro lado uno quiere estar, el reconocimiento, el afecto, que te miren. Los actores que más he admirado son los que te hacen imaginar algo, no los que se ponen delante, los que te hacen ver otra cosa».

El intérprete argentino aprovechó su visita a Málaga para presentar Nieve negra, la ópera prima de Martín Hodara, un thriller sobre secretos familiares protagonizado, además de por Sbaraglia, por Laia Costa y Ricardo Darín. Este interpreta a Salvador, un tipo hosco y solitario que vive aislado en su refugio de montaña. Tras décadas sin verse, su hermano Marcos y su mujer Laura viajan a Argentina para convencerle de vender las tierras que comparten por herencia de su padre. El reencuentro reaviva el enfrentamiento entre los hermanos y agita fantasmas del pasado. «Todas las familias tienen secretos, cosas que no se dicen, un familiar del que no se habla», señaló el realizador. «Cuando uno no muestra quién es, el vínculo es inaccesible», matizó Sbaraglia respecto a la película.