Una tropa de niños entra, mochila al hombro, en el patio de su colegio, el Compromiso de Caspe del municipio zaragozano. Una niña suelta la mano de su madre, echa a correr gritando «¡Verdaguer!» y va directa a abrazar a su profesor David y a su directora Ana. Este podría ser el reencuentro de una alumna con sus maestros después de un divertido verano si no fuera porque no son sus maestros, aunque sí su escuela. Y porque la escena forma parte de la película Uno para todos, de David Ilundain, que protagonizan David Verdaguer y la aragonesa Ana Labordeta y que estos días se rueda en Caspe gracias a la Aragon Film Commision.

Se trata la historia de un profesor interino que, a última hora, debe cubrir una baja en un pueblo totalmente desconocido para él. Un joven que no tiene mucha experiencia. Nada más llegar se encuentra con la falta de un niño a causa de una enfermedad. El maestro decide incluirlo en las clases pero llega la primera sorpresa: «Se da cuenta de que los alumnos tienen cuentas pendientes y de que no tienen muchas ganas de que vuelva», adelanta este jueves David Ilundain en un descanso del rodaje.

«Hago una vez más de catalán triste», comenta Verdaguer, para añadir que es catalán pero no triste. Sobre su personaje dice que es «un tío guay», alejado del prototípico profesor que siempre está bien y hace todo correctamente. «Este no, este a veces tiene mala leche, es muy humano y un señor que se relaciona estupendamente bien, porque tiene una empatía con los niños increíble, pero no sabe relacionarse con los adultos ni con su vida». Lo que él define como un experto en solucionar conflictos en las aulas, pero que no es capaz de solucionar sus conflictos internos y familiares. El catalán alegre sostiene preparar todos sus papeles igual: «Aprendiéndome el texto y poquita cosa más». Es un actor «de fuera para adentro», que se obsesiona mucho de «cómo es este tío por fuera». Por tanto, hace un equipo fuerte con vestuario y sobre todo con maquillaje y peluquería.

Ana Labordeta desempeña un cargo de autoridad, es la directora de un colegio en un sitio pequeño y familiar. El pequeño conflicto surge cuando aparece en escena David Verdaguer: «A veces la relación entre nosotros es divertida porque no nos entendemos muy bien, pero la directora es la que está ahí organizando», explica la actriz. Para Labordeta ninguno de los personajes son planos ni perfectos: «Todos tienen sus lados oscuros, es un guion en el que todos quieren jugar un rol que de pronto se les descompone muchísimas veces».

La primera obra de Ilundain B, la película trataba de un malo muy conocido, Luis Bárcenas (y sus papeles). En esta segunda se retrata la reinserción de otro malo, uno más pequeño. Ilundain reconoció que «puede que haya algo de eso», aunque no es una comparación que haya reflexionado ni el camino entre ambas algo que haya trazado. La comparativa que tiene en mente es respecto al tono de ambas. En B, la película plasmaba lo peor que se puede llegar hacer: «Desde estrangular la realidad para corromperla y mantener las mentiras hasta el final», explica su director. Y en Uno para todos se centra en la idea de «estrujarse el cerebro para sacar lo mejor de cada uno, y poner a todos, no solo para que sumen, sino que también multipliquen», comenta. La historia se centra en unos alumnos que pasan por una época de su vida que es una frontera: seguir siendo niños o empezar a tener decisiones, conflictos, problemas... su vida como adultos. Según Ilundain, «cada uno irá buscando qué le gusta, qué no le gusta, qué les parece el bien y qué les parece el mal».

EL SIGNIFICADO// «Lo que digan las películas depende mucho de los ojos del espectador», dijo Ilundain. Supone que en este caso el espectador puede entender que tener un grupo no es algo abstracto, ni siquiera un grupo en sí mismo: «es una suma de individuos que cuando los pones a todos bien focalizados hacia un lugar sus talentos y sus capacidades se multiplican». La clave está en si la focalización es positiva o negativa. Para Verdaguer esta obra tiene otro sentido: «A los chavales les irá bien porque, aparte de cosas como el bullying, verán que los profesores cuando suena el timbre tienen unos problemas y que la vida también sigue para ellos».

Hablar de buenos y malos siempre es muy relativo. «Los actores lo saben bien, cuando tienes que interpretar un personaje no puedes pensar mi personaje es malo, tienes que pensar que hace cosas porque cree que es lo mejor que puede hacer ¿por qué circunstancias? Pues por las que tenga». Por ejemplo, cuando alguien está en la cárcel, tiene que salir y, para ello, tiene que matar a alguien. «En ese momento no piensa que está haciendo nada malo, tiene que salir». Un punto de vista que humaniza a cualquier personaje: «Así tienes que trabajar con los personajes, no puedes estigmatizarlos porque no tendría sentido, contarías cosas muy aburridas», añade Ilundain.

Los espacios cobran un sentido especial. El colegio de Uno para todos en realidad se conforma de dos: la parte exterior pertenece al colegio Compromiso de Caspe, y el interior a uno de Arenys de Munt (Barcelona). Aunque la historia se centra en el primero. Dos espacios diferentes que tienen mucho en común, Ambos se llevan pocos años de diferencia, rondan la República y aquella idea de la Institución Libre de Enseñanza. «Creo que de alguna manera respiran este tipo de colegios que fueron los primeros que estaban en lugares rurales y que no eran religiosos, eran expresamente públicos», concluye Ilundain. H