«La geometría del trigo es una historia de amor y de silencios, en dos épocas, la España de la transición y la España actual». Así define su autor, Alberto Conejero, esta obra, con la que además debuta en la dirección y que podrá verse hoy (20.30) y mañana (18.30) en el Teatro del Mercado, siendo el inicio de la gira española. Y es que esta historia tiene algo de personal, un «vínculo íntimo» ya que el origen está en «un recuerdo de juventud de mi madre», que Conejero sentía que tenía que «descubrir dirigiéndola», asegura, para después apostillar: «No sabía lo que contaba y necesitaba escribirla de otro modo, directamente sobre el escenario».

La obra cuenta la historia de Joan y Laia, una joven pareja de arquitectos de Barcelona que viaja al sur a raíz de la muerte del padre de él, al que no conoció nunca. Y ese «viaje de norte a sur, de Cataluña a Andalucía, es también un viaje del presente al pasado porque vamos a conocer la historia de su padre y por qué no lo conoció», explica Conejero, pero también para saber «lo que ocurrió en España hace 40 años».

Además de estos personajes, a lo largo de la historia conoceremos al padre de Joan, Antonio, que trabaja en una de las últimas minas de plomo de Jaén; a Beatriz, la madre de Joan; y al «último elemento del triángulo», a Samuel, hijo de emigrantes a Francia, que retorna a España con la muerte de Franco y cuya llegada «tensa el matrimonio que forman Antonio y Beatriz». Pero también está Emilia, la madre de Beatriz y abuela de Joan, porque Conejero quería representar a «tres mujeres en tres épocas distintas» para mostrar «tres miradas sobre el feminismo, lo que significa ser mujer y las transformaciones en la sociedad».

El autor y director reconoce que en España hay «muchas historias de silencios porque venimos de varias generaciones educadas en guardar las cosas debajo de la alfombra como si así dejaran de existir; y venimos también de una educación sentimental bastante desastrosa porque nos cuenta contar las cosas, asumir nuestros sentimientos y compartirlos con la familia».

El pasado y el presente se «confunden», no se diferencian y eso es «lo hermoso de la función» porque «vivimos acompañados de nuestros ausentes, de la gente que no está pero nos acompaña; de los que quisimos y dejamos de querer o nos dejaron de querer y esta función junta a los ausentes», señala.

La escenografía de Alessi Meloni contribuye a la «poesía del espectáculo», que se refiere a la mina con una pared de fondo con una grieta que «permite hablar de la fractura que tenemos con el pasado». Aunque el autor señala que los actores están «en el centro de la experiencia teatral».

En La geometría del trigo Conejero es el autor, el director y el productor, algo que le ha dejado «exhausto» pero no se considera un «paracaídista de la dirección escénica», así que no sabe «con quién ni cuando» pero volverá a dirigir.