La gira Salto al color, que Amaral iba a ofrecer este verano, se ha trasformado finalmente en una serie de conciertos acústicos para audiencias reducidas, como los que el dúo zaragozano ofrecerá este fin de semana en el Festival de la Porta Ferrada (sábado y domingo). Hablamos con Eva Amaral y Juan Aguirre.

-En estos conciertos entran en el escenario con mascarillas y se crea un momento inicial de una extraña emotividad. Este verano, ¿en el ambiente hay algo más que música?

-Eva. Subirse a un escenario ahora es muy emocionante. Cuando pisamos las tablas yo no puedo refrenar las lágrimas. Ves a la gente emocionada por poder asistir a un concierto, incluso bajándose la mascarilla para secarse las lágrimas, y tú vas detrás. De repente descubrimos una conexión a través de la música, y vemos que esta experiencia traumática nos ha unido.

-’Salto al color’ es un disco de texturas muy elaboradas y con peso de la electrónica, y ahora se ven tocando con guitarras acústicas.

-Juan. El disco se hizo con tecnología del siglo XXI, y el concierto es, sobre todo, del siglo XX. Pero hemos hecho algunos hallazgos sónicos que me gustaría conservar en el futuro: ciertas combinaciones y tratamientos de las guitarras.

-Eva. Este verano no podemos apelar a la parte del baile, sino más bien a la belleza de las melodías y a la capacidad de improvisar de dos personas solas en escena.

-Homenajean al recientemente fallecido Ennio Morricone.

-Juan. Hace unos días, en una actuación, Eva dijo que Sin ti no soy nada no la habríamos arreglado tal como es si no hubiéramos escuchado a Ennio Morricone. Así fue, la recuerdo hablando de los spaghetti westerns cuando grabamos el tema en Londres.

-Eva. Esa escena del tema The ecstasy of gold (de El feo, el bueno y el malo, 1966), en el cementerio, cuando gira la cámara en redondo..., me parece espectacular.

-Y Paco Ibáñez, a quien lanzan un guiño con ‘A galopar’, ¿forma parte de su mundo?

-Eva. En A galopar hay algo muy profundo, una fortaleza... ¡En realidad, es rock’n’roll! Lo que cuenta es muy espiritual, y siempre me ha fascinado su energía. ¡Paco Ibáñez es nuestro Johnny Cash!

-Circula esa viñeta que apunta que, desde que murió David Bowie, en el 2016, todo ha ido a peor. ¿Sienten nostalgia del siglo XX?

-Juan. Somos bastante entusiastas de las cosas nuevas, incluso del pop más comercial. Igual podemos escuchar viejos discos de folk de Pentangle que a Rihanna o Beyoncé, por ejemplo. Sí que echamos de menos las bandas que nos movieron a ahorrar para comprarnos una guitarra. A David Bowie lo amamos. Probablemente sea el artista que más nos ha influido, y no solo sónicamente. El día que murió, me puse a llorar yo solo en la cocina.

-En su último álbum hay trazos de ritmos latinos. ¿Hablar de reguetón es mencionar una palabra maldita, o no hay que darle más importancia?

-Eva. Para nosotros, en la música no hay nada que sea maldito. Y ese mundo rítmico siempre nos ha interesado, porque en el nuestro, que es más anglosajón, los patrones son más rígidos.

-Juan. Ya cuando grabamos el segundo disco, en Brixton, recuerdo que salías a la calle y atravesabas el mercado, y la música que te llegaba no tenía nada que ver con Ziggy Stardust: era un mundo jamaicano. Pero nosotros no sacamos nada a la luz hasta que no lo sentimos nuestro. En el disco, la muestra más evidente es Bien alta la mirada. Y luego, de la que más orgulloso me siento es de Ruido, que a mí me lleva a los discos de Moreno Veloso. Pero todo eso lo hacemos sin olvidarnos de que somos de Zaragoza.

-Cuando vemos a artistas populares, como Amaral, dando conciertos, aunque sean de pequeño aforo, se puede pensar que la música no está tan mal y que las cosas siguen adelante, pero hay una parte oscura: las salas, los instrumentistas, los técnicos...

-Juan. Uno de los motivos para hacer esta gira ha sido pensar en nuestro equipo técnico. Hay gente que lleva veinte años con nosotros.

-Eva. Lo de salir de gira ahora ha sido también por seguir ofreciendo trabajo. No podemos viajar todos, veintitantas personas. Pero estamos por la guerra de guerrillas: un equipo pequeño con el que podamos reaccionar con rapidez ante las dificultades que vayan saliendo.

-Entre las actitudes posibles ante la pandemia, hay dos extremos: el de que todo irá bien y el de buscar un confort en el pesimismo. ¿Dónde se sitúan?

-Eva. Tenemos sentimientos contradictorios. Muy optimista no soy, pero creo que nuestra obligación es serlo. Porque si se nos hunde la moral no saldremos de esta. Pero como sociedad hemos vivido un trauma. Hay generaciones de niños de seis años a los que les han dicho que tienen que mantener unas distancias con sus compañeros de juego. Esto va a pasar factura. A ver si intentamos aprender algo.