Todos tenemos conocidos -incluso algún cuñado que otro- que piensan lo mismito que el señor Carmelo Romero, el diputado del PP por Huelva que el pasado miércoles soltó la lindeza de «¡vete al médico!» a Íñigo Errejón cuando éste terminó su estimable intervención en el Congreso, donde puso el foco no en el choque telúrico-galáctico que amenaza con arrasar Madrid de aquí al 4 de mayo, sino en un problema que conocemos todos y que la pandemia ha incrementado: en España la atención mental pública no existe apenas (teniendo una enorme diferencia con Europa), y solo quien tiene el dinero necesario puede acceder por la vía privada a un psicólogo (y no digamos ya a un psiquiatra).

Hace falta ser un cenutrio bastante grande cuando (siendo, además, alguien que seguro que tiene estudios y que llevará una vida más cómoda y agradable que la media: ser diputado en el Congreso mal sitio no es) llegas un miércoles cualquiera en vagón de preferente a Atocha, desayunas tranquilamente, te vas andando hasta la plaza de las Cortes, subes de manera enérgica la escalinata a la vez que saludas a los leones, y un par de bedeles atentos te abren las puertas del centro de gravedad de la política española. Se supone que para trabajar, atender, proponer, pactar, analizar, reflexionar o dialogar sobre los problemas que tenemos nosotros, los españoles. Y sin reparar en dios ni en el diablo, a las nueve horas y diecisiete minutos de la mañana de un miércoles cualquiera y sin comerlo ni beberlo sueltas una perla como esa, y en un hemiciclo lleno de cámaras con micrófonos. Toma del frasco, Romero. A esto se le llama tener el oído pegado a la calle, conocer lo que les pasa a los ciudadanos, entender el latido de la sociedad, sí señor.

Pero no hay mal que por bien no venga. Incluso no descarten que el señor Romero lo haya hecho adrede, tanto para ayudar a mejorar el problema como para dar vidilla a Más Madrid: su lastimosa frase ha servido para (primero) poner este problemón en la agenda de los políticos y de los medios de comunicación, que a buen seguro servirá para mejorar el estado de una cuestión que atañe a muchísima gente (de todas las escalas sociales y de todas las edades. ¡Incluso de todos los partidos!), y (segundo) ha servido también para que Errejón aparezca en escena y chupe algo de cámara, en una semana en la que el abrazo (más bien zarpazo) de ese oso tan impaciente que es Iglesias amenazaba la situación de su partido la comunidad madrileña. Así que díganos la verdad, señor Romero: usted esto lo tenía todo planeado, ¿no? Porque si no es así, claramente necesita un psicólogo. O dos.