Carmen Posadas asegura que el premio Planeta le cambió la vida hace 20 años y ahora, ya con una larga lista de títulos a sus espaldas, presenta nueva obra: La maestra de títeres. La novela, ambientada en los entornos de la jet-set madrileña que tan bien conoce, es un retrato de la evolución de los comportamientos de la burguesía a lo largo de 50 años. Esta semana la presentó en la sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Zaragoza.

-¿Qué pretendía contar con este libro?

-Yo quería hacerle un homenaje a uno de mis escritores favoritos, que es William Thackeray, el autor de La feria de las vanidades. Él en ese libro utiliza a tres personajes para contar cómo fue cambiando Inglaterra a lo largo de 50 años. Y ese es el ejercicio que yo quería hacer. He tomado a tres mujeres de una misma familia y con ellas cuento cómo éramos en los años 50, cómo fuimos en la Transición y cómo somos ahora.

-¿Y cómo hemos cambiado desde aquellos aparentemente lejanos 50?

-Bueno, como dice Lampedusa en El gatopardo, todo cambia para que todo siga siendo lo mismo. Lo que pasa es que es verdad que en España hubo un momento en el que se produjo un boom histórico y sociológico en los años setenta. En muy pocos años pasamos de ser un país en blanco y negro, donde la religión y la moral tenían mucho peso, a descubrir de un día para otro lo que era la libertad, la sexualidad, la política… Como dijo una vez Alfonso Guerra, a partir de aquel momento a España ya no la reconocía ni la madre que la parió.

-A usted, que pertenece a la jet-set que retrata, supongo que no le habrá costado mucho encontrar la inspiración para crear a sus personajes.

-No ha sido complicado, es cierto, porque solamente con mirar alrededor ya tenía mucho material. Pero de todas maneras me ha costado mucho documentarme. Es más fácil documentarse para escribir una novela situada en el siglo XVIII o en la Edad Media que para el presente.

-Explíqueme eso.

-Si una se equivoca en algún dato relacionado con la Edad Media pues solo se dará cuenta un estudioso o algún historiador. Pero si me equivoco en algo sobre la Transición se va a dar cuenta muchísima más gente. Así que he tenido que ser especialmente cuidadosa para no meter la pata.

-Supongo que dentro de las altas esferas tampoco gustará que se conozcan sus secretos.

-Los secretos de la tribu siempre se mantienen, es un acuerdo tácito.

-Hay demasiados clichés envolviendo a la jet-set? ¿Son como pensamos?

-(Ríe). Hay sobre todo falsas ideas de cómo puede ser, entre otras cosas porque está muy poco retratada en la literatura, a diferencia de en otros países como Inglaterra, Estados Unidos o Francia en donde hay multitud de novelas que escriben sobre esta misma clase social. Aquí en España hay muy pocas novelas sobre la alta burguesía y casi siempre que se han hecho, incluso autores con muchísima calidad como Terenci Moix, han hecho caricaturas, astracanadas. Y yo lo que quería era contar la realidad con todo lo bueno y todo lo malo.

-¿Y cuáles son esas luces y sombras a las que se refieres

-Pues por ejemplo el mundo de las apariencias, que por otro lado está presente en todos los estratos sociales. En los años 50, en la España en blanco y negro de la que hemos hablado antes, por debajo de ese manto imperante de respetabilidad había unas juergas épicas en las que pasaba absolutamente de todo.

-No sé si habrá visto Arde Madrid, la serie de Paco León, pero justo relata lo que usted me está contando.

-No la he visto todavía pero tengo muchas ganas. Se sitúa en una fecha posterior a la que yo retrato pero es ese mismo Madrid, un Madrid que no dormía nunca y en el que las juergas se prolongaban horas y horas.

-¿Y su forma de escribir ha evolucionado?

-Pues no lo sé, porque yo nunca me releo. Una vez lo intenté y me dio un soponcio.

-¿Cómo se imagina que serían los personajes de su novela dentro de 50 años?

-Estamos viviendo un periodo de involución. Mi generación fuimos los que comenzamos a sacar los pies del plato pero al final las convenciones, incluso las más retrógradas, vuelven a repetirse.