Da la sensación de que no tiene muchas cortapisas y que lo primero que le pasa por la cabeza lo suelta. De hecho, lo primero que sale de su boca es «¿eres un mañico británico?» aludiendo a la puntualidad con la que he acudido a la cita para la entrevista. Así es Eusebio Poncela que mañana jueves aterriza en el Teatro Principal de Zaragoza dentro de la obra teatral El sirviente, en un elenco en el que también están Pablo Rivero, Sandra Escacena y Carles Francino.

En El sirviente, Eusebio Poncela hace de Barret, ¿de quién? «¿Sabes qué pasa? A veces hablo y hablo del personaje y en un punto se me escapa… Hay gente que piensa que es mucho Poncela el que sale ahí en escena y, en este caso, no traiciono nunca el texto pero sí sale algo de mí. Hay una cosa que tengo yo personalmente con las clases sociales, que me jode bastante y me perjudica la objetividad. A veces me doy cuenta, creo que es la primera vez que lo suelto porque es algo muy privado, de que en realidad hay momentos de mi actuación que es una venganza pura y dura a la clase dominante a la cual detesto con toda mi alma y ahí se me fue un poco la pinza en la representación... pero, bueno, también a mi personaje se le va un montón», empieza su explicación un Eusebio Poncela que a pesar de su vocabulario se muestra calmado, «no te estreses», me interpela en un momento dado.

El sirviente cuenta la historia de la relación entre Tony Williams, un joven aristócrata, y Barret, el sirviente contratado para cuidarlo. El Sr. Williams necesita a Barret porque, después de sufrir experiencias traumáticas en la guerra y en África, solo quiere vivir cómodo y confortable. Y Barret encuentra al Sr. Williams el ideal de su concepción del servicio doméstico, una compleja mezcla entre servilismo y posesión. A partir de aquí se desata una lucha en todos los sentidos. «Si por algo me he distinguido en todos estos años -prosigue Poncela casi sin parar- es porque no he juzgado los personajes sino que los he vivido todo lo que he podido. En ese sentido, hay algunos en los que la balanza se me va un poquito a babor pero, ¿sabes qué? Me lo paso de puta madre haciéndolo». Tanto explica el propio Poncela que se suelen producir finales diferentes: «La gente se queda estupefacta y tarda en reaccionar. A veces he tenido que salir a decir, ‘¿me tiráis una piedra u os ha gustado? ¿Sabes lo qué ocurre? Que la gente quiere saber más de estas dos personas porque en realidad el drama aquí no está en las clases sociales que ya es por sí mismo un drama sin resolver sino en que uno hace fechorías, enreda y nunca podría hacerlo si no hubiera otro que lo está malmetiendo. Ese es el quid de esta obra». Es decir, señala Poncela, «entrar en lo que se llama una locura de a dos, como los leones que estaban tan tranquilos y cuando se juntaban con otro hacían carnicerías, a estos dos les pasaba lo mismo. Dos personas sin tener nada que ver, ni por educación, trayectoria, talante ni deseos, se opositan para destruirse. Una de las cosas que está clara aquí es que ninguna de las clases sociales gana, que las dos pierden porque las dos se traicionan».

Es en este punto en el que El sirviente conecta con la contemporaneidad: «La obra es eterna, no es que sea viejo el autor pero hizo de esta obra un clásico porque reúne muchos campos. Es muy morbosa, un drama, hay patetismo, suspense… son varios géneros los que reúne y Robin Maugham por fin lo hizo bien y lo convirtió en un clásico».

A Poncela ya casi no hay que preguntarle nada porque él solo va elaborando el discurso sobre la obra: «Este hombre ha debido servir en varias casas, es un genio. Cocina tan bien que ahora sería un Bulli, en serio, es un genio en lo que hace y un adicto al trabajo. La corrupción de él no es por el dinero ni por nada material, es por pasarse de la raya, por venganza», insiste el veterano actor, que confiesa que no sabe dónde puede residir el éxito que está cosechando la producción: «No lo sé porque siempre lo haces lo mejor que puedes. Y en un montaje a veces no hay una buena respuesta y no lo entiendes, te cagas en todo… Aquí he tenido que batallar en varios frentes porque hasta el día del estreno yo pensaba que iba a ser un desastre y resulta que funciona, la gente acude, va y aplaude y quieren saber más de estas personas. De alguna manera, ha funcionado tu manera de hacer las cosas con la manera que tiene de entender el público una idea».

Eusebio Poncela tampoco tiene ningún reparo en hablar sobre las sensaciones que se producen al final de la obra: «Si me lo preguntas... Hay mucha gente que piensa que por fin este hombre ya ha conseguido lo que quería que es apalancarse en casa, dominarla y convertir al otro en un alcohólico. Yo lo hago de tal manera, yo soy un poco hijo de puta, que al final siempre pienso que en este momento te doy por el culo literal y metafóricamente y mañana me largo porque ya no pienso aguantar ni un segundo más, a por otro. Es muy salvaje lo que digo pero es así...», se despide Poncela antes de interesarse por el resultado de la entrevista.

El sirviente se estrena en el Teatro Principal mañana jueves a las 20.30 horas, mismo horario que tendrá para las sesiones del viernes y del sábado mientras que el domingo la representación será a las 19.00 horas. Las entradas, que se podrán comprar tanto en Ibercaja como en las taquillas del Principal en horario de tarde, cuestan entre 5 y 25 euros.