En 1890, Bastian y Hugo Fortuny parten a Tahití después de perder su trabajo como sopladores de vidrio en su Mallorca natal. Allí conocen a Laia Kane. Cuarenta años después, Denis Fortuny, el heredero del imperio de las perlas de lujo en Manacor decide viajar a Tahití para descubrir el misterio de sus primeros años de vida. Ese es el argumento de la novela de Pasaje a Tahití (Espasa), segunda novela de Eva García Sáenz tras su exitosa La saga de los longevos.

--¿De dónde sale este gran disparate que es esta historia?

--Quería hacer una especie de Españoles en el mundo del siglo XIX, escribir sobre los emprendedores de una época en la que hay un montón de inventos y cabezas pensantes que les sacan mil vueltas a los Steve Jobs... quería hacer algo que tuviera que ver con España y por eso me fui a las perlas de Mallorca porque todos las conocemos y empezaron en esa época, que es también la del colonialismo e imperialismo. Las grandes potencias de Europa estaban intentando mantener las colonias, España las estaba perdiendo todas... Y es muy interesante el choque de los europeos con nativos tan lejanos como Tahití. Todo esto se va sumando y al final vas que tienes elementos para hacer una novela de 400 páginas.

--Con hechos, además, muy poco tratados hasta ahora...

--La historia del imperio de las perlas no estaba para nada ficcionada, no se ha escrito nunca nada de las granjas de perlas de Tahití, cómo se cultivan, cómo los buzos bajan... ni lo de la empresa de Manacor que son perlas de imitación. La suerte es que es la época de Gauguin en la Polinesia, y entonces hay mucha documentación. En ese sentido me resultó mucho más sencillo, mucha documentación de primera mano. Fue un regalo.

--Pasaje a Tahití llama la atención por su variedad de lugares y sus saltos en el tiempo...

--Hay dos saltos en el tiempo, ya que la historia viaja a 1890 y lo que pasa con la siguiente generación cuarenta años más tarde, 1930. Lo que conlleva eso es que te tienes que documentar muchísimo en 1890 y no solo de lo que pasaba en París, Tahití, Japón o Mallorca sino también lo que sucedía 40 años después en Tahití o en Mallorca, una inmersión total. Los quintales de documentación que se te caen encima es tremendo.

--¿No se ha vuelto loca ordenando todo eso?

--Te haces tus esquemas. En este caso, había tres voces narrativas, un capítulo está contado por Bastian Fortuny, otro por Laia Kane y luego 30 años más tarde la otra voz es Denis Fortuny. Es decir, distintos lugares, tiempos y tres puntos de vista que se tienen que notar cuando habla cada cual porque tiene que ser diferente. Hay que hacer los esquemas antes, la escaleta, en qué capítulos van a estar cada uno y cuando ya lo tienes claro empiezas a lo que es escribir en sí, un capítulo por día.

--¿Y no hay miedo a que el lector se pueda perder?

--La estructura es muy parecida a La saga de los longevos ya que también había flashbacks y ya pude comprobar entonces si la gente se perdía y coges tus trucos. Me había ido bien ya con la estructura, entonces para esta quería perfeccionarla.

--¿Considera la construcción de personajes algo esencial en una novela?

--Para mí las novelas las llevan los personajes. Hay que meter un punto de partida interesante pero me gusta que la novela la lleven los personajes para que cuando acaben la novela, los lectores me digan que han llorado por Bastian, que sufran y se preocupen por ellos como si fuesen reales. Para eso, hay que crear personajes complejos, con mucho pasado, que se repongan, sin vida fácil y que logres empatizar con ellos.

--Choca que, a pesar de ser usted una mujer, los pesos de sus tramas siempre lo llevan hombres...

--Las editoras me dijeron que cambiara el protagonista masculino por una mujer pero no quise. Quien lleva las novelas siempre son hombres porque me gusta meterme durante unos meses en la cabeza de ellos y ver cómo habría resuelto los problemas un hombre. Ese es mi sello.

--¿Pasaje a Tahití es una novela de evasión?

--Mis novelas son de evasión. Tienen muchas capas de cebolla, una historia de superación, una filosofía de vida detrás... Hay muchas lecciones de vida que el que las quiera que las coja pero otros se van a quedar en que es una novela de aventuras. Y es que, por encima de todo, todos los que leemos hoy en día es por pura evasión. Queremos evadirnos y para mí es doble placer, como lector pero también como escritor.

--¿Se evade escribiendo?

--Ten en cuenta que durante un año estabas más en Tahití y en 1890 que viviendo en tu siglo. Lo sabías todo de aquella época, entonces empezaron los timbres eléctricos, si Denis coge un teléfono en 1929 tenía que fijarme si en Manacor ya habían entrado... Estás más en tu ficción que en tu realidad. Pero es bonito, es como vivir muchas vidas.