La explosión de las primeras bombas atómicas estremeció tremendamente a Salvador Dalí, tanto que provocó un punto de inflexión en su trayectoria. En ese momento vivía junto a Gala en Estados Unidos, donde se había instalado huyendo de la segunda guerra mundial. Pinta entonces Leda atómica, cuadro en el que condensa tanto su preocupación por los acontecimentos de la época como sus propias inquietudes artístiscas, que se centrarán en la relación del arte con la ciencia. Leda atómica, que él mismo calificó como su primera obra maestra, es pues la pintura que representa su transición de la época atómica a la etapa mística nuclear, habiendo dejado atrás el surrealismo.

Esta obra es el eje de la exposición Dalí atómico, que puede verse desde hoy y hasta el 9 de junio en CaixaForum Zaragoza y que reúne 39 piezas originales entre pinturas, dibujos preparatorios de la obra, fotografías y documentos y audiovisuales que explican la génesis de Leda atómica, así como el entorno social y personal del autor en el momento de su creación.

La obra se presenta en solitario en una sala esférica tapizada en rojo «reproduciendo de la forma más fiel posible su ubicación en el Museo-Teatro Dalí de Figueras», explicó la directora de los Museos Dalí, Montse Aguer. Y es que Dalí no solo nunca quiso desprenderse del cuadro, «sino que lo situó en un lugar emblemático de su museo, en la denominada sala del Tesoro», explicó Aguer, de ahí que la presencia de la pieza en Zaragoza suponga ya de por sí una excepcionalidad, ya que no suele abandonar el museo daliniano y lo ha hecho para esta exposición, que solo se ha visto en CaixaForum Sevilla y en el de Zaragoza, finalizando así su itinerancia.

La muestra Dalí atómico fue presentada ayer en la capital aragonesa en un acto en el que, además de Montse Aguer, estuvieron presentes la directora general adjunta de la Fundación Bancaria la Caixa, Elisa Durán; el director de CaixaForum Zaragoza, Ricardo Alfós, y la comisaria de la exposición y curadora jefe de la Fundación Dalí, Carme Ruiz.

Dalí atómico analiza en profundidad el óleo que pintó sobre el mito de Leda y el cisne con su musa, Gala, mientras vivía en Monterrey, donde instaló su taller al ser un lugar que le hacía sentir como en la Costa Brava. Allí, preparando una exposición para la galería neoyorkina Bigdou, pinta Leda atómica, que presenta en dicha exposición el 25 de noviembre de 1947, pero inacabada con la intención de que el público pueda estudiar su técnica de ejecución y junto a su libro 50 libros mágicos para pintar. En él pone de manifiesto su interés por los procedimientos técnicos de la pintura, al estilo de los grandes clásicos.

Y es que, como explicó Elisa Durán, la obra condensa todo Dalí, «su musa Gala, los paisajes, la mitología contemporánea y su atracción por los clásicos del Renacimiento». «Es un momento culminante de su carrera -insitió Montse Aguer-, tras conocer la explosión de la bomba atómica quiere reivindicar la pintura y ser un pintor clásico, de ahí que los hombres del Renamiento, como Rafael, sean su referencia. Como Salvador, quiere eso, salvar la pintura en esos tiempos de mecanicismo y tiempos difíciles para la humanidad». De ahí también que el cuadro incorpore en su concepción la proporción áurea renacentista.

Así, a partir de ese momento, con Leda atómica como punto de inflexión, Dalí incorporó la ciencia a sus obras. En el cuadro se puede ver la influencia de la física nuclear, pues como explica Carme Ruiz, en la pintura niguna de las figuras se toca, «nada toca a nada y todo está flotando en estado de gravitación, que es como podríamos ver un átomo en una fotografía».

Así, la muestra, ofrece una intensa explicación de la gestación del cuadro. Comienza con un gran audiovisual sobre el momento histórico y la trayectoria de Dalí, para dar paso a la relación del pintor con la ciencia (donde pueden verse incluso objetos en flotación), y se detiene en otros aspectos que obsesionaron al artista, como Gala, o los pintores renacentistas y la proporción áurea.