Dos siglos parecen no haber sido suficientes para dar con las causas de la misteriosa muerte de Wolfgang Amadeus Mozart. El acta oficial de fallecimiento, fechada en Viena el 5 de diciembre de 1791, sostiene que una infección renal acabó repentinamente con la vida del compositor a los 35 años. Sin embargo, una explicación tan amplia e inexacta no ha hecho más que alimentar las más fascinantes hipótesis.

El sinfín de teorías que han buscado una explicación a la muerte del genio han analizado todo tipo de síntomas y posibles causas. Desde una sífilis mortal hasta unas fiebres reumáticas o una insuficiencia renal. Quizá una triquinosis causada por el consumo de carne de cerdo en malas condiciones; la hipocondría del genio, que le habría llevado a una adicción a los medicamentos que contenían antimonio; un tratamiento con sales de mercurio o la mala praxis del médico que lo atendió.

Puede que fuera, o no, asesinado por Antonio Salieri, el oscuro rival del genio, o que fuera envenenado con agua Tofana por alguno de sus compañeros de la logia masónica a la que pertenecía, tal y como, dicen las crónicas, Mozart confesó a su esposa días antes de morir. El hecho es que el debate acerca de los últimos días del compositor cuenta desde ahora con una nueva hipótesis que desmiente todas las anteriores.

Una reciente investigación publicada el martes en la revista Annals of Internal Medicine sostiene que la causa más probable de la muerte de Mozart fue tan simple como una infección bacteriana en la garganta: "Una infección con estreptococos (bacterias) condujo a un síndrome nefrítico agudo causado por la glomerulonefritis (inflamación de los riñones) post estreptococal". La contundencia de los resultados es tal que incluso consideran que "tendrán que pasar años, quizá muchos, antes de que nadie pueda presentar un diagnóstico mejor".

COMO UN COMÚN MORTAL Para llegar a la conclusión de que fue una faringitis bacteriana la principal causa de la muerte de Mozart, un equipo médico encabezado por el doctor Richard H. C. Zegers ha estudiado los síntomas que relataron familiares y amigos de Mozart (fiebres altas, hinchazón y sarpullidos) y, como novedad, ha realizado un análisis epidemiológico de los registros diarios de defunciones en Viena entre 1790 y 1792. Porque Mozart era un genio, sí, pero físicamente no se distinguía del común de los mortales, por lo que un análisis de las causas habituales de mortalidad en la época ha permitido al equipo de Zegers llegar a una conclusión más acurada.

La tuberculosis, la malnutrición y el edema eran, por este orden, las causas de muerte más comunes en la Viena de finales del siglo XVIII. Y aquel invierno de 1791 en el que murió Mozart, el edema tomó el carácter de epidemia. Lo más probable es que Mozart lo padeciera, y eso explica los problemas renales. Lo repentino de la muerte se debería a una salud menguada por la bacteria y las altas fiebres que provocaba.