LA SONRISA DE LA NADA

Emilio Gastón

Comuniter

Quizá algún lector desprevenido se sorprenda al ver que quien firma La sonrisa de la nada es un autor nacido nada menos que en 1935. Pero en cuanto se sabe que ese autor es Emilio Gastón cualquier atisbo de misterio se desvela; porque la vitalidad, energía y empuje que este poeta ha demostrado a lo largo de su vida --ya sea como escritor, político o sencillamente como persona-- vuelve a inundar esta entrega poética que ha publicado la editorial Comuniter, y que se presentó recientemente.

Como «poema cinético teatralizable» se define La sonrisa de la nada, y tal caracterización viene como anillo al dedo para la manera en que Gastón suele presentar sus creaciones literarias. Efectivamente, el estilo declamativo y pensado para leerse en voz alta que caracteriza sus versos tiene aquí su vehículo más apropiado en la voz de los personajes que animan este poema.

Dichos personajes, denominados como el Humano Romántico Inquietante, la Musa Científica, el Profeta Cansado o la Bruja Caprichosa «(que será la Política)» no resultarán desconocidos para quien conozca la poesía de Emilio Gastón, aunque se presenten por vez primera con esos nombres: pertenecen a esa nutrida nómina de máscaras simbólicas que el autor gusta de invocar en sus libros, y que con su presencia y sus palabras plasman su actitud vital ante la existencia, su devenir y sus semejantes.

Frente a todos ellos --y frente a Gastón, claro-- se sitúa esa Nada cuya sonrisa fascina tanto como amedrenta, pero que al fin y al cabo no resulta una fuerza negativa, ya que tiene la capacidad de convocar el recuerdo y el ánimo de seguir mirando al frente “mientras queden futuros inconformes”. De esta forma, el poema constituye una estimulante fe de vida, con un sincero mensaje de convicción en la naturaleza del ser humano, y veteado además de finos atisbos de humor y buen talante.