La factoría Marvel se ha ido amoldando a la perfección a la dictadura de los tiempos, convirtiéndose en precursora de modas comerciales y ahora también en vehículo de exigencias sociales. Comenzaron imponiendo su sello a través de una cinética desmesurada y vacía que funcionaba por acumulación, hasta que se dieron cuenta de que no siempre más significaba mejor y apostaron por la originalidad tanto estética como narrativa para que cada episodio tuviera una entidad propia e independiente. En Black Panther consiguieron aunar riesgo, espectáculo visual y un fuerte sustrato político, sin embargo, en Capitana Marvel lo único que importa de verdad es el contenido ideológico, es decir, subrayar que nos encontramos ante una historia de empoderamiento femenino. El resto, poco importa. A nivel visual resulta predecible y vulgar, contiene graves problemas de ritmo, sus escenas de acción son poco imaginativas y su estética noventera resulta impostada.

El resultado no deja de ser agridulce, quizás porque se trata de un personaje inspirador de una resonancia simbólica que merecía más que un tercer acto que pone en valor que su verdadera fuerza procede de todas esas veces que ha tenido que levantarse para terminar rompiendo las ataduras que la mantenían sometida a los designios del heteropatriarcado. La rotundidad de este momento queda diluida en un conjunto que hubiera sido moderno para las niñas de hace 20 años.

???

ACCIÓN

Capitana Marvel

Anna Boden

y Ryan Fleck