Es infrecuente que un director que empezó dirigiendo por encargo la tercera secuela de una saga como Alien (1992), en unos pocos años se convirtiera en director de culto, pero ese es el caso de David Fincher, que ayer dio en Madrid un repaso a su trayectoria. "Se aprende más de los errores que de las teorías", advirtió el cineasta estadounidense de 52 años a un afortunado grupo de alumnos de cine de una escuela de Madrid, donde impartió una charla coincidiendo con una visita promocional de su nuevo largometraje, Perdida. Él mismo es el mejor ejemplo. Su formación cinematográfica en las aulas no fue más allá de un curso de verano en el instituto. "Aquello no era para mí", confesó Fincher. "Más que la garantía legal del montaje final, lo que es esencial para un director es la habilidad para transmitir sus intenciones, y no sólo a los productores", resaltó.

Fincher habló también de Perdida, la adaptación cinematográfica de la novela de Gillian Flynn, protagonizada por Ben Affleck y Rosamund Pike, que se estrenará en España en octubre y que gira en torno a la desaparición de una mujer, con su marido como principal sospechoso.