El jueves se dieron a conocer las nominaciones de los Oscar y el filme de los Coen, A propósito de Llewyn Davis, solo ha sido seleccionado en dos categorías menores: fotografía y sonido. Ni siquiera para mejor canción. Los gustos de la Academia siempre han sido arbitrarios con los Coen: mientras No es país para viejos se llevó el Oscar a mejor película y mejor director, un filme de culto como El gran Lebowski no recibió ninguna nominación. En el caso de A propósito de Llewyn Davis, sospecho que juega en su contra que sea una película antipática, con un protagonista arisco, y que precisamente esta amargura opaca que buscan los Coen es lo que la hace tan poco atractiva para muchos.

Aunque solo aparezca al final, A propósito de Llewyn Davis es también una película sobre los inicios de Bob Dylan y la dificultad de triunfar en la música. Como el Llewyn de ficción, durante esos años muchos artistas folk corrían por Nueva York con la guitarra, actuaban en The Gaslight y allí terminaba todo. En octubre de 1962, Dylan grabó allí un disco. De esa época es la canción que se escucha al final, cuando Davis abandona el escenario y deja paso a Bob Dylan. Se llama Farewell, "hasta la vista", y puede verse como una despedida a Davis, el puñetazo que le alejará para siempre de ese mundo.

Como sucedía con Barton Fink, en lugar de hacer el retrato generacional de toda una época, los Coen se centran en la figura de un artista y confían en los secundarios para dar el contexto social y cultural en el que intenta sobrevivir. Así, para conocer mejor la escena de esos años, hay que fijarse en el mejor episodio de la película: el viaje que Llewyn hace a Chicago en compañía de un poeta beatnik silencioso y un músico de jazz drogadicto, que se ríe del folk y las cuatro notas que repiten siempre. Podrían ser Kerouac y Coltrane. Cosas de los Coen.