El germen de esta novela está precisamente en otro premio Ateneo, ¿no es así?

Cuando era muy joven yo leí a aquellos escritores que se denominaron los narraluces, que eran novelistas andaluces de los años 60 y 70. Hubo una de las obras enmarcadas en esta corriente que me marcó mucho, Epitafio para un señorito, de Manuel Barrios, que ganó el premio Ateneo en el 72 y que yo siempre he tenido en mi estantería. Después, a partir de una noticia en la prensa sobre una demanda de paternidad de la hija de un señorito vi que existía la posibilidad de escribir una novela que ya testificara el fin de aquella estirpe que en aquellos años 60 y 70 todavía estaba en boga.

¿Ya no quedan señoritos?

De ese estilo no. Con la democracia y la libertad era imposible que siguiera existiendo un régimen de sumisión como el que había en aquella época y que muchos señores impusieron como si fueran señores feudales.

¿Como ha mencionado la novela nace también de un caso real. ¿Cómo se relaciona la realidad y la ficción en el libro?

En este libro se cuentan muchos hechos que han ocurrido en la realidad. A mí me gusta más trabajar con la realidad que con la imaginación porque para mí la novela es, como decía Stendhal, el espejo que el novelista va pasando por la sociedad. Eso sí, yo no narro los hechos reales con una voluntad periodística, sino que los utilizo para profundizar en la psicología de los personajes.

La trama se basa en cuatro momentos puntuales en el tiempo separados entre ellos. ¿Cómo ha articulado esta historia?

El primer momento se sitúa en el siglo XXI cuando está al caer la sentencia sobre una demanda de paternidad que una mujer puso a un señorito. Ese verano y a ese pueblo llega una periodista catalana, Lola, que quiere hacer morbo y sangre con esa noticia. Allí Lola conoce al archivero del pueblo, que es el dueño de todos los secretos del lugar y entre los dos se entabla una relación difícil porque tienen dos maneras completamente diferentes de entender qué es la verdad y cómo llegar a ella. Y a partir de ahí me retrotraigo al momento de la muerte de ese señorito, que muere en extrañas circunstancias durante la Transición. Más atrás llego a los años 50, cuando el señorito deja embarazada a la hija de sus criados y más atrás todavía llego hasta la guerra civil, cuando muere otro señor, el dueño del cortijo. Las claves de lo que sucede en la actualidad están en el pasado y también en el deseo del futuro. Pasado, presente y futuro son el mismo tiempo para mí.

La guerra civil es uno de los fantasmas del pasado a los que más se recurre en la literatura.

La guerra civil es una época muy atractiva desde el punto de vista novelístico pero también es muy peligrosa, porque estamos en una época en la que digas lo que digas te pueden tildar de una cosa o de la otra. Lo que a mí me importa de la guerra civil son las víctimas. En las guerras siempre hay miserables que se aprovechan del conflicto para obtener beneficios personales o ajustar cuentas.

La novela transcurre siempre durante el mes de julio. ¿Por qué?

Porque es el mes de las pasiones, del calor, de la guerra, del amor...

¿Cómo recibió que le otorgaran el premio de novela Ateneo de Sevilla?

No me lo esperaba. Fue una sorpresa de la que todavía no he salido. Gracias a los premios uno sabe que no ha perdido el tiempo escribiendo una novela que no interesa a nadie.