Fast & Furious: Hobbs & Shaw

David Leitch

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Novena entrega de la saneada franquicia (se anuncian un par más para los dos próximos años), Fast & furious: Hobbs & Shaw es en realidad un spin off focalizado en la relación/rivalidad entre los personajes encarnados por Dwayne Johnson y Jason Statham, más musculoso el primero que el segundo pero igual de rocosos ambos. De hecho, el filme es como uno de superhéroes pero sin superhéroes: es decir, en el blockbuster actual ya no se necesita ser Superman, Thor o Hulk para salir indemne de cualquier batalla, accidente, explosión o tiroteo y acariciar la categoría de inmortal.

En el pasado, Hobbs encarceló a Shaw después de que este intentara matarlo. Ahora deben aliarse para combatir al terrorista Brixton, que tiene una fuerza sobrenatural. Muy larga para lo que cuenta, la película podría desprenderse de muchas secuencias en estático para concentrarse en lo que interesa (al filme y al público) que son la docena larga de momentos de acción donde vuelven a primar las persecuciones en coche, moto, camión, helicóptero y lo que se ponga a tiro de los protagonistas.

Particularmente lograda, en su manifiesta e irreprochable espectacularidad, es la secuencia de las camionetas entrelazadas y el helicóptero encadenado por las serpenteantes carreteras de Samoa, uno de los escenarios del internacional itinerario que recorre esta producción. Por momentos, en sus apuntes de espionaje, tiene algún punto de conexión también con la franquicia de Misión: imposible (presencia de Vanessa Kirby, la Viuda Blanca de Misión Imposible: Fallout, al margen), pero la fuerza bruta y la velocidad siguen siendo los distintivos de una saga que ha sabido reinventarse tras la desaparición de uno de sus puntales, el actor Paul Walker. QUIM CASAS