De niño, Jaime Martín(Barcelona, 1966) siempre escuchó a su abuela contar cómo de joven escapó por los pelos de su ciudad, Melilla, al inicio de la guerra civil, cuando los golpistas fueron a detenerla. Sus amigos anarquistas no tuvieron tanta suerte; halló sus cuerpos fusilados, “amontonados en un camino de tierra”. Su abuelo también se libró, él varias veces, de morir. “Era un tipo muy raro, estaba medio loco. Pero ahora me he reconciliado con él y he llegado a entender que después de todo lo que pasó aún conservó la cabeza en su sitio. Al acabar la guerra y volver a España tras luchar en el Ejército republicano lo sacaron a punta de pistola de casa para asesinarlo en un descampado inmundo donde dejaban los despojos de animales muertos para abono”, relata el dibujante catalán, quien tras recuperar la historia de su padre en 'Las guerras silenciosas' rescata ahora las vidas de sus abuelos en una nueva novela gráfica, 'Jamás tendré 20 años'(Norma).

Recuerda Martín en el libro la orden emitida el 19 de julio de 1936, al inicio del golpe de Franco, por el general sublevado Mola: “Es necesario crear una atmósfera de terror... hay que dejar una sensación de dominio eliminando, sin escrúpulos ni vacilación, a todo el que no piense como nosotros”. Y cita también al escritor francés Albert Camus: “Fue en España donde mi generación entendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma y que a veces el coraje no obtiene recompensa”.

Su abuela se refugió con unos familiares en L’Hospitalet, donde conoció al que sería su marido. Ambos, hoy ya fallecidos, provenían de familias pobres y humildes y se abrieron camino, primero con el estraperlo, haciendo contrabando de tabaco desde Melilla, y luego con el reciclaje de vidrio, un negocio en el que ayudaron siempre sus tres hijas desde pequeñas. Pero en aquella posguerra, como tantos otros, siempre vivieron con el miedo a ser delatados por su pasado republicano y afrontando chantajes y extorsiones de fuerzas franquistas para no ser detenidos y poder seguir trabajando.

DELITOS DE SANGRE

Era una España en la que nadie del bando perdedor estaba a salvo. “Un amigo de mi padre que se exilió decidió volver cuando hicieron un llamamiento diciendo que a los que no tuviesen delitos de sangre, si regresaban, no se los fusilaría. Al volver, le pegaron dos tiros en la puerta de su casa, frente a su hermana. Ella enloqueció y siempre se la conoció como la loca del barrio”, revela el autor de 'Sangre de barrio', sobre Santa Eulàlia, donde él sigue hoy viviendo.

A diferencia de su abuela, su abuelo nunca hablaba de la guerra. Hasta que un día, el hermano de Martín le fue sonsacando y grabó sus recuerdos en una cassette, palabras que han permitido al autor reconstruir su periplo. “Es importante recuperar estas cosas para que queden en la memoria histórica. No hay que dejar escapar la posibilidad de hablar con la gente que vivió una guerra -opina el autor-. Cuando en televisión hablaban de si había que desenterrar las fosas él siempre decía que podían mirar aquí y allí y allá. Todos sabían dónde se asesinó a gente y les parecía una barbaridad que no se hiciera. Ellos habían sufrido lo indecible y se revolvían contra los franquistas reconvertidos en demócratas en la transición, con Fraga a la cabeza”.

Ya desde el título, 'Jamás tendré 20 años', Martín destaca cómo un conflicto bélico cambia la vida, sobre todo, de los jóvenes. “Mi abuela y muchos otros, saben que desde ese día ya no tendrán juventud”.