El nombre de Concha Orduna (Zaragoza, 1956-2008) ocupa lugar principal en el panorama del arte en Aragón de los años 70. Quienes la conocieron bien saben de su extraordinaria capacidad para organizar, gestionar, idear y programar. Inteligente y con sentido del humor, Concha Orduna contagiaba su entusiasmo infatigable a quienes compartieron proyectos con ella. Dejó los mejores y más gratos recuerdos, y eso está muy bien. A Concha Orduna va dedicado este visor centrado en la trayectoria de Pata Gallo, tienda y galería de arte que gestionó con Sergio Abraín.

El 17 de diciembre de 1978 se abrió la tienda Pata Gallo en el local número 10 de la calle del Temple, que entre 1973 y 1976 fue el de la Galería Prisma, dirigida por María Luisa Horno. A la programación de Prisma, atenta a la obra de artistas reconocidos a nivel nacional junto a valores locales como Pedro Avellaned, Rafael Navarro, Leopoldo Irriguible o Sergio Abraín..., siguió la de Pata Gallo abierta a toda manifestación artística que rompiera la atonía que con especial querencia siempre se ha instalado en Zaragoza. La experiencia de Concha Orduna en las galerías N’Art y Prisma, según leo en el catálogo de la exposición Sergio Abraín. Pata Gallo y Caligrama. Espacios de una década, 1978-1988, celebrada en el Palacio de Sástago en 2008, fue determinante en la decisión de montar la galería Pata Gallo, un espacio que Concha Orduna y Sergio Abraín quisieron convertir en lugar de reunión donde tuvieran cita quienes estuvieran interesados en las nuevas tendencias, en la interrelación de las diferentes disciplinas artísticas, siempre ajenos a todo convencionalismo, y lo consiguieron. La tienda de Pata Gallo, en la que podían encontrarse artesanía, cerámica, juguetes y artefactos singulares, se complementó muy pronto con la galería de ecléctica programación que estrenaron dos amigos, Pep Canyellas y Horacio Sapere cuya experiencia fue crucial en proyectos de poesía visual y Mail-Art que Pata Gallo desarrolló en la revista Zoo-Tropo, y en la acción visual Perro Verde. Como anagrama se dibujó un gallo malhumorado y estrambótico familia lejana de Robert Crumb.

LA EXPOSICIÓN INAUGURAL de Canyellas y Sapere, en marzo de 1979, evidenció las ganas de romper los límites establecidos en los montajes de las obras que en Pata Gallo solían ocupar el espacio completo de la galería, convertida en escenario donde toda acción era bienvenida. La música fue elemento fundamental en Pata Gallo. En mayo se presentó el disco De par en par del Grupo Boira, producido por Plácido Serrano, cuya carpeta había diseñado Abraín. Tras la exposición en mayo de Jaume Pinya, que se animó a colaborar con el Colectivo Plástico de Zaragoza durante su estancia en la ciudad, Sergio Abraín transformó la galería en una instalación realizada con los materiales sobrantes de los montajes previos durante el periodo de verano. «La idea de este trabajo -escribió Abraín- reside en el intento de crear un entorno o espacio integrador y envolvente, tanto de los elementos que componen el montaje, como de los sujetos espectadores, capaz de ofrecer una dimensión distinta del hecho objetual, que los elementos o materiales ofrecen, proyectando evocaciones múltiples al espectador». Las fotografías de la instalación Artefactus, primera entrega de Perro Verde. Acción Visual, y una de las más interesantes de las que se realizaron en Pata Gallo junto a la de Ocaña y Enrique Larroy, descubre el interés de Abraín por evidenciar la contradicción existente entre la inutilidad de los productos empleados y la valoración estética que sigue al reciclaje de esa basura cuando se utiliza con fines artísticos. «Este montaje parece tan complicado y tan sintético como imaginar los restos de todo un naufragio social, objetual y artístico que, después de ser lanzados al mar, nos devuelven la imagen del subconsciente global», concluyó.

LA SEGUNDA TEMPORADA se abrió a lo grande con Ocaña y su instalación Romero e incienso que recibía a los visitantes desde la calle. «¿A quién no le gusta la sensibilidad de Ocaña, esa capacidad infinita de creación? Ocaña es inagotable en sus figuras, en sus ojos rasgados, casi achinados... Un día de estos, por la calle, la gente volverá la cara para ver un farandulero una especie de travesti que recorrerá el Paseo de la Independencia con su abanico y sus vestidos de flores. Pocos reconocerán en él a esa gran artista que Ocaña lleva dentro», escribió Manolo Padrós en Aragón/Exprés.

SIGUIERON los tapices de Carmen Lahoz y Rubén Enciso (noviembre-diciembre, 1979), la pintura pop del mallorquín Francesc Canyelles (diciembre, 1979-enero 1980) y de Vicente Villarrocha (enero-febrero, 1980) que convirtió la sala de Pata Gallo en un bar con mesas y sillas, y su máquina Flipper que les costó dios y ayuda bajarla y subirla por las escaleras. «Era una obligación en la sala hacer una interacción de algún tipo, diferenciaba de alguna manera, al hecho solo de exponer y se hacía una propuesta que traspasaba los límites de la mera exposición, era otra dimensión, otra lectura, se trataba de crear un ambiente distinto, no sé si lúdico o conceptual», recordó Villarrocha que presentó una secuencia de pinturas protagonizadas por el pantalón vaquero. Así lo interpretó también Enrique Larroy, autor de la instalación Elementos domésticos (PE), que en febrero de 1980 retomó su trayectoria individual tras haber trabajado en exclusiva desde 1975 en el Colectivo Plástico de Zaragoza (CPZ) al que dedicamos el correspondiente Visor. Flores y frutos, flores y fresas de colores ácidos y decorativismo desazonante configuraron el ambiente festivo que la música de Devo, Dr. Feelgood y B52 convirtió en electrizante el día de la inauguración. En marzo de 1980 Ruiz Eguino cerró con su pintura cósmica la trayectoria de Pata Gallo, tan breve como vital.

CON PATA GALLO NACIÓ ‘ZOO-TROPO'. El primer número de esta revista visual, el 0, se editó a fines de 1978 o comienzos de 1979. José Luis Rodríguez colaboró con un texto y Abraín puso las imágenes. La revista se serigrafió en el taller de Pepe Bofarull con restos o picos de cartulina de colores más variopintos. Lo que había. En torno a mayo de 1979 se publicó el número 1, de enorme formato casi imposible de manejar, con la participación de José Luis Rodríguez, Vicente Villarrocha, Sergio Abraín, Enrique Larroy, Horacio Sapere y Pep Canyellas. El 12 de diciembre de 1979 apareció el número 2, en el que colaboraron Sergio Abraín, Vicente Villarrocha, Pepe Bofarull, Javier Lapuente, Francesc Canyelles, Ocaña, José Luis Cano, Paco Rallo, Ignacio Mayayo, Enrique Larroy, P. Felipe y Luis Devo (Luis Lles); de José Antonio Labordeta son los dos poemas en prosa de la contraportada: Camino de las Torres noventa y tres noveno e, y Casa Vacía.

La aventura de Pata Gallo concluyó en 1980. En los últimos días de 1982 Sergio Abraín capitaneó un nuevo proyecto que fue referente en la ciudad: Caligrama, en el local que durante años había ocupado la galería Atenas.