El Museo Pablo Serrano de Zaragoza acoge hasta el 4 de abril una de las exposiciones de más nivel de los últimos años. Un total de 80 fotografías de Alberto García-Alix han aterrizado en la cuarta planta del museo conformando una muestra en la que el Premio Nacional de Fotografía deconstruye y distorsiona la realidad. Como él mismo ha reconocido este jueves en la inauguración, 'Un horizonte falso' es su exposición «más abstracta» y en ella muestra los límites de su universo fotográfico. Animales, paisajes urbanos, retratos y autorretratos constituyen una narración en la que realidad y ficción se entremezclan.

Hasta ahora, la exposición solo se había podido ver en París, en el 2015, y en Madrid, en el 2016. Si ha llegado a Zaragoza, además de la apuesta de la DGA, ha sido también gracias al fundador y responsable de la galería Spectrum, Julio Álvarez Soto, amigo de García-Alix. De hecho, el fotógrafo leonés ha subrayado que la sala zaragozana consiguió que la capital aragonesa fuera «un punto clave» en la fotografía española durante muchos años. La exposición cuenta además con un vídeo en el que el artista, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, narra en primera persona una serie de microrrelatos que trasladan al espectador a diferentes lugares y «pone palabras a esta mirada». Desde lo más alto del Pablo Serrano, García-Alix invita a todos los aragoneses a divisar su horizonte más personal.

-Le he oído decir que al principio de su carrera no sabía jugar con la abstracción. ¿Ahora es lo que más le divierte? ¿Cabe pensar que sus fotos futuras incidirán más en ese camino?

-Posiblemente sí. Lo que ocurre es que cuando empecé tenía una mirada muy naturalista, muy simple. Pero la mirada cambia, porque el fotógrafo no hace otra cosa que educar el ojo a lo largo de su trayectoria.

-¿Antes lo que más le gustaba era fotografiar personas y ahora ya no tanto?

-Sí, el retrato siempre me interesó mucho. Ahora ya no tanto, pero sigue siendo una gran balsa. Cuando yo retrataba siempre trabajé con mi entorno, no me iba a buscar a otra gente. Retratar es una posición mental, implica una intencionalidad. Hay que saber qué quiero retratar.

-¿Y para hacer un buen retrato influye el fotografiado o solo el ojo que lo mira?

-Importa todo. Al final un retrato es un enfrentamiento entre fotógrafo y modelo. No violento ni desagradable, eso sí.

-¿Cuánto tiempo estima que le queda a la fotografía analógica?

-A mí ya me queda poco tiempo. La gente dice que vuelve, que siempre hay aficionados, pero yo no lo tengo tan claro. Es una pena pero ya no tiene mucho sentido. El problema ahora es que toda la industria auxiliar empieza a desaparecer. Ya casi no hay piezas y tienes que acudir al mercado de segunda mano. De momento, morir no morirá, pero todo va en su contra.

-En la fotografía analógica hay que ser más preciso. ¿Ese trabajo sirve luego para la fotografía digital?

-Nunca he hecho una foto en digital, pero me serviría claro. Yo nunca tiraría muy rápido porque estoy acostumbrado a pensarme lo que veo. Pero nunca he trabajado en digital.

-¿Por qué?

-Porque yo cuando miro por mi cámara veo el aire y por la digital solo veo un visor. La fotografía analógica tiene olor, sabor... lo digital no tiene nada. Con lo digital se hacen grandes fotos, pero sí que creo que, en general, ha traído una gran falsificación de las emociones del fotógrafo a través del retoque y otras cosas. Creo que ya se me pasó el arroz con lo digital. Voy a hacer 65 años, me importa muy poco ya.

-¿Alguna vez hace fotos con el móvil?

-Nunca, no me interesa.

-¿Se aburrirá alguna vez de hacer fotos?

-No sé cuándo llegará ese momento, pero si llega no tiraré ni una foto más. Pero creo que a mí me salva mi alma infantil. Siempre me está pidiendo jugar y eso siempre es un plus emocional. Creo que es una gran virtud que tengo. Me obliga siempre a querer jugar y descubrir.

-¿Todo esto de la pandemia le ha movido por dentro a nivel artístico?

-He vivido la pandemia con la naturalidad que implica seguir inmerso en el trabajo. Lo que no he hecho es salir de reportero a la calle para ir a buscar una reflexión sobre la pandemia. No me ha interesado.

-¿En qué está inmerso actualmente?

-Estoy realizando un trabajo sobre el Museo del Prado. Me dejan entrar de vez en cuando y estoy haciendo una obra a través de sus cuadros, creando un nuevo imaginario. Los cuadros son los protagonistas, pero estoy construyendo un nuevo mundo con esas obras. Es un desafío, llevo ya casi dos años. Ahora entro casi todas las semanas. Me da pena porque en algún momento me dirán que se acabó y será como cuando a un niño le quitan su mejor juguete.