La capacidad para apropiarse de cualquier terreno cultivable, por lejano que sea, y explotarlo no conoce límites en Hollywood. Dirigida por Rupert Sanders, Ghost in the shell: El alma de la máquina adapta al gusto global una franquicia de manga y animación profundamente japonesa, nacida del boom tecnológico del país a finales de los 80 y surcada por preo-cupaciones e ideas difíciles de asimilar para un extranjero.

Si el proyecto tardó casi una década en llevarse a cabo podría ser por la dificultad de simplificar el material sin alienar a los fans, que saben que Ghost in the shell es algo más que un thriller de ciencia ficción con heroína atractiva. Quizá por el mismo motivo no dejan de cancelarse proyectos de adaptar a la imagen real otra leyenda cyberpunk como Akira.

En el principio, Ghost in the shell fue un manga de Shirow Masamune, prepublicado por la revista Young magazine desde mayo de 1989 y luego con tomo propio. El título, que podríamos traducir como El espíritu en el caparazón, hace referencia a la dualidad de su heroína, la mayor Motoko Kusanagi, con cerebro humano pero cuerpo mecanizado.

Motoko lidera un escuadrón de la sección 9, célula gubernamental que lidia con el cibercrimen en el Japón de mediados del siglo XXI. Ese futuro cercano está unificado por una red global a la que se han conectado la mayoría de cerebros; y por la que se mueven algunos criminales para hackear cabezas ajenas. El que más trae de cabeza a la sección 9 en la primera serie es el Maestro de Marionetas, después recuperado en la película de animación de 1995 y, en parte, el filme de Sanders.

La franquicia empezó a ser realmente de culto con ese anime de Mamoru Oshii de 1995, que se distingue del manga en su tono más reflexivo y en su reducción, que no eliminación, del componente erotizante; el cuerpo femenino no se explota aquí con la misma intensidad que en el tebeo. El personaje central cambia tanto por fuera como por dentro, y se hace más preguntas sobre su identidad.

Fascinante tanto en el fondo como en la forma, Ghost in the shell logró la admiración de James Cameron, quien la definió como «una obra asombrosa de ficción especulativa»; no es difícil rastrear la idea de las identidades movibles en su propia Avatar. Según se cuenta, cuando los Wachowski trataban de vender su idea de Matrix, hablaban de querer hacer Ghost in the shell pero en real; de esta fuente sacaron como mínimo esa lluvia digital de números verdes para representar la actividad virtual.

Spielberg, otro de sus fans famosos, se encargó de distribuir en EEUU la segunda parte: Ghost in the shell: Innocence (2004), en la que cualquier parecido con el manga original es ya pura coincidencia. Las fascinantes imágenes, mezcla de 2D e infografía, compensan el tremendo cripticismo del guion. En el 2008, Oshii decidió acercar la primera parte a la estética de la primera en un olvidable remix 2.0.

La película que hoy llega a las carteleras se nutre no solo del manga y la película seminal de 1995, sino también, por ejemplo, de la serie de televisión Ghost in the shell: Stand alone complex (2002-2005), cruce de las visiones de Shirow y Oshii. En la versión yanqui vemos al personaje de la mayor (Scarlett Johansson; sobre su fichaje volveremos después) interrogar a un hombre que cree tener una familia, pero en realidad es víctima de una implantación de recuerdos. El culpable no es el Maestro de Marionetas, como en el anime, sino Kuze (Michael Pitt), personaje de la segunda temporada de Stand alone complex.

Analizar la mitología y seguir la cronología de la franquicia puede resultar frustrante: Stand alone complex, que tuvo dos temporadas y una gran final / telefilme, se sitúa en teoría antes que las cintas de Oshii, pero no todas las piezas del puzle encajan. Para ser experto en GITS (Ghost In The Shell) hay que acercarse, además, a los cuatro OVA (animaciones directas a vídeo) Ghost in the shell: Arise (2013-2014).

EL FUTURO AMERICANO

La adaptación de Hollywood no acaba, por supuesto, con el místico final del anime, sino con otro que provee de libertad para extender la saga americana ad aeternum. Pero habrá que ver si esta primera entrega consigue ganarse la simpatía del público. Hay serias dudas. El anuncio del fichaje de Scarlett Johansson como un personaje japonés no entusiasmó ni entre otakus ni entre defensores de la diversidad racial en cine y televisión. Según fuentes cercanas al proyecto, ante el miedo a un boicot, Paramount encargó pruebas de efectos para hacer parecer a Scarlett algo más asiática.

Curiosamente, Mamoru Oshii, el autor del anime original, no está de acuerdo en que fichar a Scarlett sea traicionar al personaje: «El nombre Motoko Kusanagi y su cuerpo actual no son su nombre ni su cuerpo originales, así que no hay base para decir que una actriz asiática debería retratarla», dijo en un correo electrónico a la web IGN. Pero, ¿se imaginan una Ghost in the shell: El alma de la máquina protagonizada por Rinko Kikuchi? Digan que no suena mejor.