Goya y Picasso fueron dos grandes aficionados a los toros y si hubieran sido contemporáneos hubieran hablado mucho de toros. El Museo Goya Ibercaja consigue hacer dialogar a los dos artistas gracias a la exposición La tauromaquia: Pasión e innovación, Francisco de Goya y Pablo Picasso, que puede verse hasta el 29 de octubre y que muestra la influencia del de Fuendetodos en el malagueño. Los grabados del primero más dramáticos, mientras que la visión del segundo es más estilizada, más dinámica, más liviana.

Las obras no se contemplan de forma simultánea, ya que las del aragonés forman parte de la colección permanente (junto al resto de series) y se sitúan en la segunda planta del museo; mientras que las de Picasso están en la sala de exposiciones temporales. Esta tauromaquia se compone de 26 aguatintas al azúcar grabadas sobre cobre realizadas por el artista para el libro La tauromaquia o arte de torear de Pepe Illo, la portada realizada en la técnica de la punta seca, dos estampas adicionales con el tema del picador y diez imágenes tomadas por el fotógrafo norteamericano David Douglas Duncan durante el proceso de creación de las piezas.

Con esta exposición se «ponen frente a frente a dos monstruos creadores y se adentra en una de sus obsesiones, los toros, una figura que es signo de vigor, valor, poder... por lo que se juntan tres figuras de la naturaleza, Goya, Picasso y el toro», señaló Magdalena Lasala, responsable del programa de Educación de la Obra Social de Ibercaja, que presentó la muestra junto a Juan Carlos Sánchez, jefe de la Obra Social; Lola Durán y Rafael Inglada, comisarios de la exposición; y Rosario Añaños, directora del Museo Goya, quién manifestó que la idea es «poner los grabados del aragonés sobre el toreo al mismo nivel que su obra pictórica».

DOS VISIONES DE UN MISMO TEMA / Goya pintó La tauromaquia en el siglo XVIII, cuando contaba con 70 años; y con ella esperaba «recuperarse económicamente» del fracaso de la venta de series anteriores, explicó Durán, sin embargo «no tuvo el éxito que esperaba» por su «carácter trágico, ya que, sobre todo, aparece la muerte», mientras que la visión de Picasso es mucho más «lírica y lúdica». El aragonés muestra las diferencias entre las dos escuelas de toreo de la época, la navarro-aragonesa y la sevillana, con Pepe Illo. Grabó 33 planchas, aunque siete cobres fueron trabajados en el anverso y reverso, que se incorporaron a partir de la tercera edición. Goya le dedicó dos estampas, Pepe Illo haciendo el recorte del toro y La desgraciada muerte de Pepe Illo en la plaza de Madrid, además de identificarse en otras tres de las descartadas.

Picasso, por su parte, hizo su obra por encargo. En 1928, Gustavo Gili y Roig le pidió que realizase las planchas para ilustrar La tauromaquia o el arte de torear de Pepe Hillo. Realizó siete aguafuertes. Años después, en 1956, ya en Cannes, el malagueño recibió la visita de Gustavo Gili hijo para terminar el proyecto de su padre.

El encargo le llegó a Picasso por su pasión por la fiesta taurina y por su profunda admiración por Goya, con cuya obra se encontró en varias ocasiones. La primera con 4 o 5 años, rememoró Rafael Inglada, estudioso de la figura de Picasso, en una exposición colectiva -y por influjo de su padre, que le habló «con pasión de los clásicos»-. La segunda cita, cuando el malagueño visitó en 1995 el Museo del Prado, y «se enfrentó a los grandes maestros» como el Greco, Zurbarán, Murillo o el de Fuendetodos; y en 1998 en la Academia de San Fernando fue cuando vuelve a «fijar sus ojos en el maestro aragonés», dijo Inglada. «Mucho del Picasso grabador está tomado de la técnica de Goya, el buríl, el uso de la plancha de cobre, los punzones...», etc. Además, el pintor visitó dos veces Zaragoza, en 1917 y en 1934. Para Inglada las obras son como fotogramas en las que «no solo le interesa pintar al toro, sino también al público e incluso al vendedor de barquillos».

Además, esta serie, para el especialista, le supone a Picasso la posibilidad de «volver a la España de sus orígenes, a sus tradiciones, a sus raíces y a su gusto no solo por los toros si no también por lo español, ya que es un reflejo del sentir y un homenaje a esa España perdida», reconoció, antes de afirmar que «Goya y Picasso siguen vivos gracias a exposiciones como esta».