No me malinterpreten, pero ando algo escamado con gran parte de esas artistas blancuchas que interpretan jazz con el mismo garbo con el que yo manejo la bayeta de quitar el polvo (escaso, o sea), pero que gozan de no poca fama y del favor de un público amplio. Y esa sensación de «vaya, otra pianista y cantante para la hora del vermú» apareció el sábado en la Multiusos, en la segunda jornada del ciclo Jazz Zaragoza, cuando Sara McKenzie comenzó su actuación. Sara venía acompañada por un trío solventísimo y detallista (guitarra, bajo y batería), pero inició su concierto sin mucha emoción, por lo que dedujimos que la velada no iba a proporcionarnos grandes alegrías. Pero, francamente, celebramos equivocarnos.

Pronto Sara y sus compinches entraron en calor (o en lo que fuera) y tras recrear a Cole Porter (You And The Music) el concierto comenzó a fluir como los ríos de leche y miel de la Biblia, pero sin empalagar. Gozosas interpretaciones de You Only Live Twice, I Fell In Love With You, Paris In The Rain, The Secrets Of My Heart… Canciones en su mayoría procedentes de su disco más reciente, pero también de trabajos anteriores, fueron dando forma a un programa sugerente, clásico y moderno a un tiempo, repleto de intención y de gusto. Con One Jealous Moon, Sara se desató la melena con el piano; Come On Home sonó a blues con nervio; You Must Belive In Spring, de Michel Legrand, sin el acompañamiento del trío, fue una hermosa demostración de cómo tocar y cantar una canción ajena, y De Nada, que refleja la influencia de Sergio Mendes, fue un logrado divertimento latino. Ya hacia el final volvió a hacer gala de su maestría como instrumentista revisando a Gershwin (Summertime, The Man I Love y I Got The Rhythm) y se despidió (bueno, casi) con I’ve Got The Blues Tonight. Los aplausos entusiastas del público le obligaron a volver a escenario para otra recreación del altura: Moon River, de Henry Mancini.

Mientras Sara Mckenzie, como sus compatriotas los aborígenes australianos, marcaba en la Multiusos los trazos de la canción, cerca de allí el Real Zaragoza no marcaba un carajo. Cosas del jazz y del fútbol.