Es lógico que la idea de inaugurar la 67ª edición del Festival de Cannes con un biopic sobre Grace de Mónaco protagonizado por Nicole Kidman les pareciera perfecta a los organizadores del certamen: Kelly y Rainiero se conocieron aquí mismo en 1955, cuando ella presentó La angustia de vivir, y los Grimaldi se suelen dejar ver año tras año en la Croisette. Visto lo visto ayer, no debió de parecerles necesario que, para ganarse el privilegio, Grace de Mónaco además tenía que ser una buena película.

"La idea de que mi vida es un cuento de hadas es en sí misma un cuento de hadas", asegura Grace al principio de la película y, incluyendo esa sentencia, el director Olivier Dahan deja claro que su objetivo es retratar a la mujer oculta tras el fantasioso mito. Sin embargo, en realidad simplemente sustituye un mito por otro: el de una heroína que, movida por su fe inquebrantable en el poder del amor, salva la unidad de la familia real monegasca y, de paso, al principado de ser invadido por Francia.

La película se sitúa en 1962, en un momento en el que Charles de Gaulle, harto de que muchas empresas francesas se establecieran en Mónaco para no pagar impuestos, llegara a amenazar a Rainiero con la anexión. Si esa crisis no es suficiente presión para el matrimonio, al mismo tiempo Alfred Hitchcock aparece en escena para convencer a Kelly de que vuelva a Hollywood para protagonizar Marnie, la ladrona.

EL PAPEL DE SU VIDA

"No he querido hacer un biopic, he querido hacer un retrato", explicó ayer Dahan, que en su día ya le hizo un flaco favor a la figura de la cantante Édith Piaf en La vida en rosa (2007). "Pero principalmente he querido hacer una película sobre el cine". En efecto, mientras lidia con las normas y el protocolo del claustrofóbico palacio, Grace poco a poco comprende que ser una princesa es como interpretar un papel en Hollywood, el papel de su vida.

Desesperado por provocar emociones a flor de piel, el francés trata cada escena como si fuera un clímax, pero le traicionan su ramplonería como narrador, todos esos personajes secundarios instalados en el exceso --Hitchcock, Onassis, María Callas interpretada por Paz Vega--, y esa agotadora insistencia en explorar el rostro de Kidman desde muy cerca, como si tratara de buscar rastros del bótox.

Grace de Mónaco es incapaz de igualar en pantalla todo el drama que hasta el momento ya ha provocado fuera de ella: por un lado, a los Grimaldi solo les hizo falta ver el tráiler de la película para definirla como "una farsa" que secuestra su historia familiar con fines comerciales. Por otro, Dahan y el productor Harvey Weinstein llevan meses tirándose los trastos a la cabeza: Weinstein no está nada contento con la película y durante meses ha tratado de remontar una nueva versión para el mercado estadounidense. Seguro que no sería peor que esta.