Después de la comedia de encargo ‘Ola de crímenes’, Gracia Querejeta regresa con ‘Invisibles’, una película de formato minúsculo y carácter femenino protagonizada por tres mujeres que afrontan la crisis de la mediana edad (interpretadas por Emma Suárez, Adriana Ozores y Nathalie Poza) que utilizan sus paseos por el parque para hablar de sus miedos e inseguridades, desahogarse y encontrar complicidad.

-La película habla de muchos temas, desde el miedo al fracaso a la dependencia emocional ¿pero, dónde quería poner realmente el foco?

-En lo que a mí me preocupa en estos momentos de vida, que no es lo mismo que cuando tenía veinte años, y que tiene que ver con el paso del tiempo, con envejecer, con el hecho de que tu visión de las cosas cambia sin que te des cuenta. Y todo eso se traduce en una serie de aspectos, como el laboral, ya que el futuro profesional a esas edades resulta más incierto. O el afectivo, ya que tenemos miedo a envejecer solas.

-¿Quería establecer una especie de modelo de conducta a través de cada uno de los personajes?

-Cada una tiene una manera de ver la vida, unas inquietudes, unos miedos y unas expectativas que iremos conociendo a través de sus conversaciones. Hay una mujer con una profunda dependencia sentimental, otra que no soporta el deterioro físico y, por último, la que está desencantada con su trabajo. Yo no me identifico con ninguna de ellas, pero entiendo todas sus cuitas.

-¿Cree que la sociedad que nos rodea es un poco culpable de la insatisfacción vital?

-Me parece que tiene su lógica que te dejen de mirar, es una cuestión animal. Hay chicas jóvenes que están mejor que tú, pero no somos capaces de aceptarlo. Hay una parte que tiene que ver con los ancestros sociales que hemos heredado, como los prejuicios.

-¿Y a nivel profesional se valora la experiencia?

-No como debería. Cuando pierdes la juventud te quedas sin algo. Puede que haya jóvenes imbéciles, incultos, nada útiles ni siquiera para ellos mismos, pero son jóvenes. La juventud es un valor en sí mismo, aunque a veces esté sobrevalorada.

-En la película se habla de si es mejor quejarse o quedarse callada. ¿Qué piensa usted?

-La queja es un coñazo. Te lo dice alguien muy quejica. Otra cosa es la protesta, que tiene un matiz más sólido. Y sí que hay muchas cosas por las que protestar muy seriamente. La queja, sin embargo, es un exorcismo, un desahogo personal que no lleva a nada.

-¿Cree que cada vez somos más quejicas? Sobre todo, a través de las redes sociales.

-Yo me siento muy ajena a todo eso, no me interesan las redes sociales. Creo que hay formas más eficaces de protestar. Es como cuando Trump descubrió Twitter y se puso a decir burradas para opinar de todo tipo de cosas y personas. Me parece pueril y muy peligroso.

-También es una forma más de populismo.

-Por supuesto, de llegar a las masas y arengarlas de mala manera.

-El personaje de Adriana Ozores se refugia en el cinismo, ¿se ha convertido en un arma de protección en general?

-Yo tengo muy poco cinismo. Cuando me encuentro en una situación incómoda se me nota muchísimo, me cuesta entender esa forma de disimulo cínico, pero me gustaría practicarlo mejor, creo que te puede salvar de según que cosas si sabes usarlo con certeza.