El Museo Pablo Gargallo de Zaragoza muestra hasta el 28 de noviembre, en colaboración con La Caixa, 64 dibujos de 19 grandes artistas catalanes que ilustran los cambios de sensibilidad y las contradicciones del periodo que va desde finales del XIX hasta las cercanías de la guerra civil. Forman parte de la colección de Francisco Godia, un campeón de automovilismo que comprendió que en esas obras de formato pequeño estaban bosquejadas las vanguardias.

La frescura y la viveza de estos dibujos expresan una época en la que el culto a la juventud y a lo nuevo se expresaban en la atracción por el cine (inventado en 1895) y por el movimiento; en el amor por las carreras de automóviles y los hipódromos. Era el modernismo catalán, conectado a través de París con el europeo: La explotación comercial de la novedad, el cartel, la languidez, el narcisismo y la frivolidad sinuosa de la Belle Epoque, dominada por el encanto de lo femenino.

Pero aquellos artistas: Casas, Opisso, Hugué, Nonell y un jovencísimo Picasso, entre otros, reunidos en la cervecería Els Quatre Gats , inaugurada en 1887 por Pere Romeu, (antiguo cabaretier de Montmartre) supieron plasmar también la realidad de los mendigos. El brutal contraste social, los repatriados de Cuba y las gitanas suburbiales, en la ciudad sacudida en 1893 por la bomba del Liceu. "Mira qué pobre más bonito" cuentan que dijo un día Nonell a sus amigos por las Ramblas. Al movimiento ya lo llamaron ellos mismos miserabilismo .

PIEZAS SINGULARES Esta colección sólo ha sido presentada anteriormente al público en Palma, por lo que es prácticamente inédita. Contiene piezas singulares como el dibujo que Picasso y Nonell frieron en una sartén para burlarse del hambre que pasaban. O esa mujer lánguida y prometedora, casi ofrecida, prototipo de la publicidad, que dibujó Ramón Casas para la portada de una revista. O la Dama subiendo a un coche de Xavier Gosé, imbuída del influjo de las estampas japonesas que circulaban entonces por París.

La obrita de un Picasso de 16 años, "quizá la más valiosa del mundo por centímetro cuadrado", señalaba el comisario Jordi González Llácer, en el que el tabernero Romeu aparece como un soñador buscando amapolas por el campo está colgada a pocos pasos de un esbozo para una de las demoiselles del prostíbulo de la barcelonesa calle de Aviñón, en el barrio gótico, con las que arrancó el cubismo.

Pero hay hasta una veintena de artistas representados: Miró, González, Canals, Matilla, Galí, Meifrén, Casagemas... La Gran Guerra Europea arrastró a Cataluña a una colonia de artistas huidos, como la georgiana Olga Sacharoff. No es una casualidad que el Museo Pablo Gargallo de Zaragoza les acoja. El escultor maellano formó parte de aquel tiempo.