«Acabo de concluir algo que quizás le interese. Es de bastante importancia. Creo haber hallado el camino de mi tranquilidad estética: lo que ya es algo en los tiempos que corren», tal fue la confidencia que Pablo Gargallo (Maella, 1881-Reus, 1934) hizo al marchante Bernheim en referencia a la línea de trabajo que le mantenía absorto desde mitad de la pasada década de los años veinte, según contó Pierrette Gargallo a J. F. Yvars, quien la recoge en su aportación teórica al catálogo de la exposición Gargallo que, bajo la dirección de Rafael Ordóñez Fernández, se presentó en La Lonja, en 2007. Sostiene Yvars que la intencionalidad radicalmente figurativa de Gargallo alcanzó toda su complejidad constructiva en la escultura Gran Profeta (1933), una obra que, como ha analizado Ordóñez, resume junto con Urano, del mismo año, la mayor parte de los descubrimientos y aportaciones personales de Gargallo a la escultura figurativa moderna.

Edward Lucie-Smith considera, asimismo, que fue a mitad de los años veinte cuando el artista entró en una fase experimental que se prolongó hasta el final de su trayectoria, durante la cual realizó esculturas figurativas compuestas de formas metálicas entrelazadas que destacaban los volúmenes negativos; sin pasar por alto el intento de conciliar los valores del clasicismo con la idea de modernidad, propósito que se consuma en el Gran Profeta, una obra en la que comenzó a trabajar en el año 1904.

En marzo de 1904 Pablo Gargallo regresó a Barcelona desde París, adonde había viajado por vez primera en octubre del año anterior, y volvió a instalarse en el taller de la calle Comercio que Picasso había ocupado durante su ausencia. De entonces son los primeros dibujos de una figura que ya anuncia la del Gran Profeta. Según Lucie-Smith los dibujos corresponden a la imagen de San Juan Bautista predicando en el desierto, muy relacionados, en su opinión, con pinturas del santo firmadas por Tiziano y El Greco.

En 1906, el arquitecto Lluís Domènech i Montaner contrató a Gargallo para realizar la decoración escultórica del exterior e interior del Hospital de la Santa Cruz y San Pablo de Barcelona. Entre las más de cien obras, figura la imagen en relieve de san Juan Bautista en el friso de los santos de la fachada principal del Pabellón de Administración del hospital. Veinte años más tarde, en 1926, Gargallo realizó la Cabeza de profeta en chapa de cobre, y en 1933 la escayola del Gran Profeta que, por falta de ayuda económica para fundirla en bronce, presentó con una leve pátina pigmentada de metal en las exposiciones de 1934 celebradas en la Brummer’s Gallery de Nueva York, en la Sala Parés de Barcelona y en el Centre de Lectura de Reus. El Gran Profeta culmina la etapa en la que, anota Ordóñez, Gargallo conquista la plenitud del volumen de la masa con los volúmenes del vacío, y sintetiza sus más importantes logros expresivos y conceptuales en la representación del volumen, el espacio y la luz.

El Musée National d’Art Moderne de París adquirió el primer bronce, de una edición de siete, fundido en 1937. El Gran Profeta que recibe al visitante en el patio del Museo Pablo Gargallo es la prueba de artista número 1 de una edición de tres, propiedad de la Diputación de Zaragoza.

¿Qué motivó el interés de Gargallo por la figura del profeta? ¿Augurio de lo que iba a acontecer?