E n África casi todo es posible. Con esa frase cerraba el año pasado la crónica de la quinta edición de Visa For Music, ese gran escaparate de los ritmos de África y Oriente Medio que se celebra en Rabat, la capital de Marruecos. La afirmación, rotunda, manifestaba un gran deseo: que Visa For Music, cuya defunción por motivos presupuestarios se había certificado, volviese a la vida porque es un acontecimiento tan sugerente como necesario. Y el deseo se ha cumplido: Visa For Music acaba de celebrar su sexta edición (casi todo es posible en África) con un programa que ha presentado más de 50 conciertos en cuatro escenarios (teatro Mohammed V, palacio Tazzi, sala Renaissance y club Renaissance) y un buen número de conferencias, mesas redondas, encuentros y talleres.

Marruecos, Túnez, Argelia, Jordania, Ghana, Nigeria, Senegal, Baréin, Benín, Camerún, Mozambique, Angola, Liberia, Corea del Sur y Rusia, entre otros países, han proporcionado los artistas a una feria que busca, además de la promoción de los músicos marroquís, claro, la diversidad, la variedad de estilos y la reafirmación de las identidades. La propia organización ha calificado la edición de este año de continuista, y algo de eso ha habido, pero dadas las circunstancias, que Visa For Music siga en marcha, cuando sus promotores ya daban por muerta la convocatoria, es el mayor hallazgo de la sexta edición. Y parece claro que el espíritu batallador de Brahim El Mazned, su director, ha sido decisivo, para que haya vuelto a la vida.

Natacha Atlas.

Pero más allá de estas consideraciones conviene resaltar la presencia notable de artistas femeninas (tanto solistas como liderando grupos) en el programa; de hecho, en el concierto de apertura en el Teatro Mohammed V actuaron Natacha Atlas, Lucia de Carvalho, Jaylann, Isabel Novella y Soukaina Fahsi. Y junto al haber, el debe: en el amplio abanico de propuestas de Marruecos han primado los artistas gnawis y bereberes (en sus diferentes modelos sonoros); nada que objetar, aunque se han echado en falta grupos y solistas de otras variedades musicales del amplio espectro artístico del Magreb.

Abundantes voces femeninas, decía, y añado que de enorme calidad, tanto las que reformulan sus tradiciones como las que transitan por los caminos del jazz, el funk y el soul. Otra cosa es que estas últimas, pese a su innegable maestría, puedan competir, fuera de su área de influencias con las cantantes norteamericanas que practican esos estilos: desde Dianne Reeves a Beyoncé.

Groupe Baaya & The Salem El Madih.

Hacer un resumen de todo escuchado en Visa For Music es tarea harto complicada, pero no lo es detenerse, aunque sea a vuelapluma, en algunas de las ofertas que más me han interesado. El nuevo espectáculo de Natacha Atlas, por ejemplo, quien tras la exploración que hizo en el jazz en 2015 con Myriad Road, en compañía del trompetista Ibrahim Maalouf, ha dado ahora otro paso en el encuentro de las músicas negras y de Oriente Medio con Strange Days, una «oscura distopía árabe influida por la fantasía del jazz», como dice su violinista Samy Bishai. Excelente también lo de Groupe Baaya & The Salem El Madih, emocionante música devocional hasaní. como la recreación multiestilística de Bab L’Bluz, a golpe de ese dúctil instrumento tradicional llamado guembri. Toda una moderna y excitante ceremonia gnawa. Atentos a Yousra Mansour, la cantante (también instrumentista de la formación). Y Fra!, de Ghana, grupo a quien se pudo ver y escuchar el verano pasado en Pirineos Sur, es un volcán en escena escupiendo una gozoza lava de excitantes high-life y afrobeat. Espléndida estuvo igualmente la senegalesa Aida Samb, una de las grandes cantantes de su país, siguiendo con talento y en acústico la senda abierta por el gran Youssou N’Dour.

Namgar, rock de Mongolia para el siglo XXI.

Sorprendente fue, por otra parte, el rock contemporáneo conectado con las tradiciones de Buriatia (país miembro de la Federación Rusa), Mongolia y China, de Namgar, un encuentro inspirador liderado por esa Björk del este ruso llamada Namgar Lkhasaranova, intérprete, además, de yatag, una cítara de 13 cuerdas.

Más Visa, espero, en 2020.