Inevitable parte metereológico: no llovió el sábado en Pirineos Sur. No durante el concierto, aunque sí tras su conclusión; mas para entonces todos pensamos al unísono: "Que nos quiten lo bailao". Temperatura espléndida, por otra parte. O sea, grandes momentos Lanuza. Parte sociológico: 3.000 espectadores son muchos espectadores para una velada de hip hop, por muy africano que este sea, lo que invita a una reflexión, aunque sea ligera. Sobre todo, teniendo en cuenta que la flor y nata del rap español actuaba esa misma noche en el Monegros Desert Festival.

La reflexión pasa, sin duda por el atractivo de un festival que, además de contar con un público fiel y abierto de gustos (algún colega, en un comentario tan precipitado como falto de rigor ha tildado a Pirineos Sur de evento cerrado y elitista), renueva y amplía su clientela. Mucha gente joven se veía el sábado en el Auditorio Natural de Lanuza, disfrutando de una propuesta que conjugaba tradición y modernidad, diversión y compromiso. Y eso que Pirineos Sur, por la peculiaridad del lugar en el que se celebra (no es una ciudad ni se accede a él por rápidas autopistas) muestra ciertas dificultades para los aficionados de menor edad. En fin, datos a tener en cuenta a la hora de valorar el desarrollo de un evento que después de 13 ediciones marca un estilo de hacer las cosas y es todo un referente (muchos artistas actúan por primera vez en España en el marco de este festival).

TRES BANDAS

Parte artístico: balance positivo de un cartel que presentaba a tres las bandas más sobresalientes del rap senegalés (SeneRap se llamaba la oferta): Djoloff, Positive Black Soul y Daraa J. Djoloff toma su nombre del que nominó el reino precolonial de Senegal. Al contrario que la mayoría de los grupos hip hop en los que las bases musicales las aporta un DJ, Djoloff utiliza instrumentos. Con ellos arma un cosmos más cercano al de una banda convencional que a una formación rap. Un buen concepto al que todavía le falta engrase y soltura, pero en el que la banda pone empeño y energía.

Positive Black Soul, que actuó en segundo lugar, dejó claro que en los últimos tiempos ha logrado un directo sin fisuras, agitador y poderoso. Con Amadou Barry (cofundador de Positive Black Soul) definitivamente fuera del grupo, Didier Awadi lleva las riendas. Resultado: dominio del escenario, brillante equilibrio entre raíces africanas (incorpora kora y djembé) y puntas occidentales, y un espectáculo que crece según se desarrolla.

Daraa J puso el cierre. La banda parece haber asumido algunas de las tonterías de las estrellas del orbe del pop, aunque afortunadamente no las traslada a la escena. Su quehacer escorahacia el raggamuffin, pero no se queda ahí: varias culturas africanas, incluidas las del norte del continente, se citan en el armazón musical que sostiene una propuesta tan exuberante como excitante. Tremenda clausura de una noche repleta de grandes griots (trovadores en la cultura mandinga) del siglo XXI.