El 2 de abril de 1974 la galería Atenas de Zaragoza presentó la exposición Pinturas de José Manuel Broto, Javier Rubio y Gonzalo Tena, primera en España de la tendencia conocida como pintura-pintura, un término procedente de los escritos de Marcelin Pleynet, autor de cabecera del colectivo de artistas que han pasado a ser conocidos como grupo de Trama, por ser este el nombre de la revista en la que expresaron su ideario. Nadie podía pensar entonces que aquella exposición iba a ser un capítulo central de la historia del arte español en los setenta. Zaragoza volvía a convertirse en la capital protagonista de una tendencia que marcó el debate de aquel tiempo, como lo había sido en la inmediata posguerra con el Grupo Pórtico; pero del mismo modo que la ciudad recibió con desdén la abstracción de Aguayo, Laguardia y Lagunas, mostró su escepticismo ante la realizada por Broto, Rubio y Tena. Entre la selecta minoría de personas que activaron la renovación cultural de una ciudad gris en los años cuarenta y setenta, destacaron dos nombres: José Alcrudo y su hijo José Miguel Alcrudo, que no dudaron en imprimir el sello de la librería Pórtico en las actividades de dos de los grupos más importantes fundados por artistas aragoneses, cuya difusión en el exterior superó los férreos límites locales que todavía hoy nos encierran.

La ciudad, decíamos, volvió a asistir atónita a una exposición que en 1974 reivindicaba la práctica de la pintura con una selección de cuadros abstractos de colores austeros, reduccionismo formal y enormes proporciones que exigían ser contemplados desde una nueva posición: «La relación del sujeto con el color y una superficie que lo exceden, establece una relación dialéctica en la que el cuadro no ‘es manejado’, sino que, por decir así, ‘maneja’, desborda a quien lo pinta y a quien lo contempla, cambia las antiguas relaciones pintor-cuadro-espectador en las que el sujeto dominaba, se apropiaba del objeto, lo que reconstituía su posición impermeable a toda perturbación que sobre él ejerciera una realidad exterior».

La muestra, pese a ser incomprendida, reafirmó las posiciones de los pintores decididos a «transformar radicalmente el campo ideológico en el que se inscriben las prácticas llamadas artísticas». Y así quisieron dejarlo claro en la entrevista que Federico Jiménez Losantos, el cuarto miembro del grupo, les hizo para Andalán en respuesta a las reseñas de Ángel Azpeitia y Ángel Aransay, representantes, en su opinión, de la llamada «crítica idealista» que se caracterizaba por la ausencia de conocimiento teórico para abordar las obras y por ser contrarios a la competencia crítica de los artistas. La entrevista sirvió también, de alguna manera, para clarificar y sintetizar muchos de los asuntos que centraron el texto del catálogo, Propuestas para un trabajo complejo, desglosado en varios epígrafes. La sucesión de citas de Kristeva, Pleynet, Marx, Cane, Devade y Engels, permiten situar la acción en las discursividades de la revista Tel Quel, construidas desde los ámbitos de la política, del psicoanálisis, de la teoría literaria y del arte. La práctica política y la artística eran indiferenciadas e inseparables. «Nuestro trabajo, aquí comenzado, se sitúa pues en la perspectiva de una lucha particularmente larga y dura en el frente ideológico y tiene como principal objetivo restituir a esta práctica, la pintura, su complejidad operatoria como objeto de conocimiento en el campo de las otras práctica sociales», concluyeron.

El epígrafe Conocimiento: transformación, introducido por una cita de Devade, volvió a publicarse en el nº 2 de Pliegos de producción artística del Cineclub Saracosta (mayo-junio de 1974) a modo de colofón de una muy cuidada selección de textos. Javier Rubio tradujo por vez primera Notas sobre algunos aspectos de la lucha ideológica en las prácticas significantes de Jean-Louis Baudry, miembro de la redacción de Tel Quel. De Engels se publicó la carta que escribió a Francisco Mehring, documento de referencia en la teoría marxista del arte y de la cultura. De Carles Santos, Música y política. Y Tel Quel. Tesis generales de Philippe Sollers, fundador de la revista, traducido por Rubio. Las posiciones teóricas estaban definidas y, de acuerdo con ellas, se exigía una pintura acorde que venía a coincidir en planteamientos con los defendidos por Pleynet, secretario de redacción de Tel Quel, autor del ensayo L’enseignement de la peinture, y muy activo en Peinture, cahiers théoriques, de especial predicamento entre los miembros de Trama. La teoría llegó de Francia y las referencias, en su mayoría, de la pintura estadounidense.

La presentación en Zaragoza no fue casual. Tras muchas conversaciones, coincidieron en que era el lugar más adecuado. En Barcelona, donde residían, apenas tenían contactos, de modo que hicieron las llamadas oportunas y obtuvieron el apoyo de amigos y de los responsables del Saracosta, de Andalán y, claro está, el visto bueno de Torralba para presentarse en Atenas.

De regreso a Barcelona, Xavier Grau se unió al grupo que, el 31 de mayo de aquel año, participó desafiante con sus propuestas telquelianas en los debates de las jornadas culturales organizadas en Barcelona por Fomento de las Artes Decorativas y el Instituto Alemán. 1975 comenzó animoso con la lectura del artículo La revitalización de la pintura de Tàpies en La Vanguardia, y terminó feliz con la muerte del dictador. La tercera entrega de Pliegos (enero-febrero, 1975) publicó el primer capítulo del ensayo ya citado de Pleynet, que Broto presentó y Rubio tradujo; participaron en el Salon de la Jeune Peinture en París, y en la colectiva 10 Abstractos de Buades. Enfrentados a los conceptuales catalanes y a la nueva figuración madrileña, regresaron a Zaragoza en enero de 1976 para exponer en la sala de la Escuela de Artes: Seis pintores, con Carlos León y Jorge Teixidor, «unidos» por coincidencias pictóricas. El Saracosta se hizo cargo de la coordinación y de los gastos del catálogo en el que Broto se vio obligado a escribir el texto confiado a Juan Manuel Bonet, que no llegó. La exposición no obtuvo el favor del público ni de la crítica que, imagino, les afectó lo justo por ser muy conscientes de que Zaragoza solo era un lugar de paso para difundir sus propuestas que alcanzaron la más importante resonancia en la muestra celebrada en la galería Maeght de Barcelona (abril-mayo, 1976), por mediación de Tàpies. Coincidió con la publicación del nº 0 de la revista Trama. Revista de Pintura (abril, 1976); en otoño de 1977, Alcrudo editó el número doble 1-2, última entrega de una tendencia que acababa. La colectiva En la pintura, celebrada en el Palacio de Cristal de Madrid (abril-mayo, 1977), en la que participaron Broto, Delgado, Grau, León, Ortuño, Rubio y Tena, marcó el principio del fin.