En torno a 1974 el cineclub Saracosta expuso por carta a diferentes editoriales algunos de los propósitos que iban a guiar su nueva publicación que, en marzo de aquel año, se presentó con el título de Pliegos de producción artística. La nueva etapa, iniciada en 1972 tras la modernización de la sección cinematográfica del club Cine Mundo, creado en 1954, condujo a la progresiva renovación de principios de marcado carácter político y compromiso social, y a la necesidad de un cambio radical de orientación del boletín interno del club. Se trataba de convertir un boletín meramente informativo en vehículo de expresión atento a la práctica artística, y al cine en particular, mediante la aportación de una documentación polémica, seleccionada con el mayor rigor sobre el arte, su práctica y su inserción en la sociedad. En 1995 el Gobierno de Aragón editó la edición facsímil de los Pliegos bajo la dirección de Luis Ballabriga, autor junto a Juanjo Vázquez del estudio introductorio, al que remitimos.

Decadencia del cine-club

Alarmados por la decadencia del cineclub Saracosta dependiente del club Cine Mundo, los socios y hermanos Alberto y Julio Sánchez Millán solicitaron consejo, en 1971, a un grupo de personas comprometidas con la cultura. La primera junta directiva del renovado Saracosta se constituyó en marzo de 1972. La presidió Alberto Sánchez y la integraron Julio Sánchez, Juanjo Vázquez, Manuel Rotellar, Lola Ester, Manuel Labordeta, Luis Germán y Juana Burillo. Alberto Sánchez fue presidente hasta 1975, cuando le sustituyó Juanjo Vázquez, a quien siguió Juan Graell en 1976. La publicación de los Pliegos, en 1974, coincidió con una etapa de mayor compromiso político, evidente en el contenido de la publicación así como en las numerosas actividades programadas que concitaban el apoyo de los socios, cuyo número se incrementó notablemente. Además del cine, el teatro, la música, la pintura y la literatura ocuparon lugar principal en las iniciativas del Saracosta, organizado en distintas secciones y comisiones de trabajo. En noviembre de 1973 Els Comediants actuaron por vez primera en Zaragoza, y en la galería Atenas se presentó la exposición de dibujos, en edición facsímil, del storyboard de Eisenstein para su película Ivan el terrible, coincidente con el ciclo que el cineclub dedicó al director, de cuya filmografía se proyectaron en el colegio mayor La Salle, de forma clandestina, Octubre y El acorazado Potemkin. En el ámbito teórico se dio un paso importante: de las recomendaciones de lecturas que el boletín de marzo de 1974 hacía de revistas como Tel Quel, Peinture, Critique, L’autre scene..., los Pliegos publicaron las primeras traducciones de algunos de aquellos textos firmados por Philippe Sollers o Marcelin Pleynet, en su mayoría a cargo de Javier Rubio miembro del grupo de Trama, que protagonizó las tres primeras entregas de los Pliegos.

De Javier Rubio es la introducción al texto que Federico Jiménez Losantos escribió sobre Intervalo de Eduardo Hervás, en el nº 1 de Pliegos. Un texto que no era «como los otros», por su planteamiento radical. La lectura que Jiménez propuso buscaba difundir un texto desconocido por haber sido silenciado debido a su condición inaugural de una práctica nueva de la escritura en España. En mayo apareció la segunda entrega que incluyó: Notas sobre algunos aspectos de la lucha ideológica en las prácticas significantes de Jean-Louis Baudry, miembro de Tel Quel, que Rubio tradujo; la Carta a Francisco Mehring de Engels; Música y política de Carles Santos, interesado en «restituir el hecho musical, entendido como producto cultural de control ideológico, a su categoría de lenguaje sonoro desprovisto del carácter alienativo y sometido a un proceso de reducción a partir de su inserción en las masas»; Tel Quel. Tesis generales de Sollers, su fundador, traducido por Rubio, autor con Broto y Tena (y Jiménez, que no firmó) del texto: Conocimiento. Transformación, uno de los epígrafes del texto Propuestas para un trabajo complejo del catálogo de su exposición en Atenas, en abril de 1974. Broto presentó el primer capítulo del libro L’enseignement de la peinture de Marcelin Pleynet: Contradicción principal, contradicción específica. La imitación de la pintura (descripción), que tradujo Rubio, y se ilustró con dos dibujos de Matisse, para el nº 3.

El 15 de mayo de 1975 Carles Santos ofreció un concierto en Zaragoza, organizado por el Saracosta y Radio Popular, dentro del IV ciclo Otra música, que dirigía Plácido Serrano. Con tal motivo, el nº 4 de los Pliegos publicó aquel mes el texto que Pere Portabella había escrito en febrero para el concierto de Santos en el Palau de la Música Catalana. Portabella reclamó la transformación inmediata de las entidades musicales, y de las salas de audición-conciertos, por su condición de aparatos ideológicos mantenedores de las normativas de su política cultural, salvaguardando y legitimando el sistema de programación del acto musical, según los sistemas dominantes de la audición-lectura y las reglas de juego «comunicativo» del concierto.

Sexta y última entrega

El cine protagonizó la sexta y última entrega de los Pliegos, en septiembre de 1975. El texto firmado por Manuel Vidal Estévez y los hermanos Pérez Merinero, Producción. Productor. Significación. Sentido. Carta abierta al director del cine español, insistía en similares, si no idénticos, planteamientos que los ya presentados en el resto de los ámbitos de la cultura. Los fusilamientos de 1975 afectaron al programa de la Semana de cine en pequeño formato. Pérez Perucha leyó la ponencia de los hermanos Pérez Merinero, El espectador ante la pantalla: orden en la sala.

De entre las últimas actividades del Saracosta, que fueron muchas y en todos los ámbitos de la cultura, recordar la integración de un grupo de artistas (octubre, 1975), embrión del Colectivo Plástico de Zaragoza; o la exposición Seis pintores en la Escuela de Artes (enero, 1976) que reunió dentro de la tendencia pintura-pintura a Broto, Grau, León, Rubio, Teixidor y Tena. El homenaje a José Antonio Labordeta (febrero, 1976) marcó el final de un capítulo tan breve como intenso para la cultura de esta ciudad.

Pere Portabella evocó aquel tiempo: «Un mundo gris y burocratizado, temeroso, mojigato e inmensamente aburrido. El silencio administrativo y la censura alternaban con la tortura y el ajusticiamiento cuando así lo creían oportuno para reprimir y cortar por lo sano cualquier veleidad crítica y oposición política al régimen... Nunca he encontrado a ningún nostálgico de aquella época. Todos o la mayoría seguimos demasiado ocupados». Han pasado más de 40 años desde que el Saracosta revolucionó con la cultura nuestra ciudad. Una acción que echamos de menos, ahora más que nunca.