Han pasado 16 años desde que se inauguró La Casa Encendida en la madrileña Ronda de Valencia, en pleno centro neurálgico del barrio de Lavapiés. En aquel momento la programación cultural de la capital no disponía de ningún enclave multidisciplinar dedicado a las formas de expresión más jóvenes y alternativas, así que, en 1998 Caja Madrid, dentro de su Obra Social, se encargó de poner en marcha una propuesta para rehabilitar un edificio histórico, el de Montepiedad, que había permanecido cerrado mucho tiempo y darle así una nueva dimensión.

El proyecto fue confiado a La Fábrica, encargada de gestionar diversas iniciativas culturales como Photo España o las publicaciones Eñe y Matador, al frente de la que se encontraba Alberto Fesser. Ellos fueron los que diseñaron el concepto general, cambiaron por completo la visión que se tenía de los centros culturales de las cajas de ahorros y lo enfocaron a las necesidades del público más joven. «Nosotros escribimos el libro, pero tenía que hacerse realidad», cuenta Fesser. «Y ahí fue donde entró Pepe Guirao y convirtió ese proyecto en una auténtica revolución». «Tuvimos la suerte de trabajar con libertad, con rigor, con tiempo, que es algo que no suele ser habitual».

Experiencia en la gestión

Se llamó La Casa Encendida por un poema de Luis Rosales. En un principio iba a ser La Casa de Empeños, pero no terminó de cuajar, demasiado oscuro. En realidad, hacía referencia a que cualquiera que tuviera empeño por hacer una cosa, podía acudir allí a hacerla realidad.

La estructura tendría cuatro patas: Cultura, Solidaridad, Medio Ambiente y Educación y todas se contaminarían entre sí. El objetivo era mirar el futuro sin perder de vista el pasado, abrazar las nuevas tendencias, las vanguardias, pero sin olvidar donde tuvieron su origen y cuáles fueron sus referentes históricos.

Cuando Guirao se hizo cargo de la dirección ya tenía experiencia en la gestión cultural. Venía de dirigir durante seis años el Museo Nacional de Arte Reina Sofía. Desde el principio tuvo claro que quería rodearse de un equipo de gente joven que no estuviera contaminada por vicios adquiridos. Un huracán de frescura que se convirtió en un punto de referencia y en el que se dieron cita la experimentación, la cultura underground, la pluralidad de voces y la propulsión de iniciativas tan potentes, impulsadas por Guirao, como Capital animal, una plataforma que aúna activismo y arte.

Guirao también se preocupó del área educativa y social. Talleres de formación, laboratorios, clases de idiomas para inmigrantes, colaboraciones con ONG y actividades para niños y en general una preocupación por la accesibilidad que lo han convertido en un centro pionero.

Algunos de sus grandes hitos han sido las exposiciones de Andy Warhol, Louise Bourgeois y Juan Muñoz, y otras colectivas como La Caballería Roja. Creación y poder en la Rusia Soviética (1917-1945). En artes escénicas, el Festival IDEM y Princesas y Darth Vaders y en música, Electrónica en Abril o La Terraza Magnética. Ha contado con artistas como Patti Smith, Daniel Johnston o Jonas Mekas. Este mes el director Gus Van Sant acudirá a presentar una exposición de fotografías y obras pictóricas.

El momento más crítico por el que tuvo que atravesar La Casa Encendida fue el de la crisis de las cajas de ahorros. Guirao desarrolló un plan con Fundación Caja Madrid para impedir que desapareciera. Hubo grandes recortes de presupuesto, pero luchó por su supervivencia y consiguió que se integrara en el seno de Fundación Montemadrid. Desde el 2014 Lucía Casani está al frente de la institución.