María Dueñas ha recordado que su irrupción en el mercado editorial fue, por un lado, sorprendente hasta para ella misma («a mí no me conocía nadie y cuando salió El tiempo entre costuras, además, se llevaba una novela más negra») y, por otro, fue un claro ejemplo de ir creciendo poco a poco («los lectores hicieron una bola de nieve, se lo fueron recomendando unos a otros en todas las coyunturas posibles y lo hicieron crecer»). Y ha vuelto una vez más a Zaragoza, ya encumbrada como una escritora que ha vendido más de seis millones de ejemplares de sus libros, a recoger el premio de honor del festival Aragón Negro. La cita ha celebrado en el Teatro Principal su gala de entrega de premios en la que, conducida por Juan Bolea, director de la cita, también se ha premiado a Mabel Lozano y a Carlos Bassas (último premio Hammett) y a la que ha asistido la vicealcaldesa de Zaragoza, Sara Fernández.

Ha sido un momento para conocer a la María Dueñas más íntima: «Cuando escribo intento hacer el esfuerzo de volcar poco de mí en las novelas aunque sí hay vinculaciones familiares», ha explicado una María Dueñas que ha ido más allá: «Quiero decir, sí aparecen referencias concretas pero no sentimientos o sensaciones más íntimas, intento huir de ellas», ha señalado la profesora universitaria que cree precisamente que es de su trabajo de dónde le viene ese control a la hora de escribir: «Yo soy bastante racional y cartesiana. De mi trabajo creo que me ha quedado esa preparación previa tan exhaustiva que hago de las novelas que solo me permiten una pequeña licencia de fogonazos de espontaneidad... sí, a veces se me escapan cosas pero mis historias son otras, escribo mundos fuera de mi realidad», ha reivindicado María Dueñas que entrevistada por Juan Bolea también ha hablado de la magia que se da cuando se convive con sus propios personajes: «Acaban viviendo en una pararrealidad que se te instala en la cabeza y que a veces se superpone a la propia realidad. Ellos van a tu lado conduciendo, hacen la compra contigo... tanto que a veces deja de interesarte el mundo exterior. A mí me ha pasado estar de cena con amigos y enterarme de la conversación pero que no me interesara nada porque yo estaba en la cabeza con mis personajes».

Unos protagonistas de sus novelas que suelen tener a la mujer como elemento central: «Intento construir personajes femeninos fuertes pero también pegados a la realidad, no son superheroínas, quiero que sean como somos los seres humanos, con sus luces y sombras, sus glorias y sus miserias, pero con una gran garra dentro. No son mujeres fantasiosas».

Otra mujer ha recibido uno de los galardones más especiales de la cita, La mejor de los nuestros. Este año ha recaído en Mabel Lozano quien se ha mostrado eufórica: «¿Quién ha dicho que hace un día malo? Si es un día precioso. Si me hubieran dado un premio que dijera Una de los nuestros ya sería la pera, pues imagínate que te digan que eres La mejor de los nuestros», ha dicho Lozano que se ha especializado en denunciar la trata de personas vinculadas con la prostitución: «He entrevistado a muchísimas mujeres que han sufrido este problema y nunca he sentido doloro. He sentido sororidad, empatía y rebeldía para seguir trabajando en lo que estaba», ha afirmado bien alto una Lozano que también ha recordado su último libro en el que se vio cara a cara con un extorsionador de mujeres: «Afrontarlo me hizo mucho daño pero he de decir que ese libro solo me ha traído cosas maravillosas».

El tercer reconocimiento de la noche ha sido para Carlos Bassas, último ganador del premio Hammett por su novela Justo, que ha presentado brevemente sobre el escenario del Principal: «Justo es un joven de 75 años que se dedica a asesinar a los malos y que se encuentra con la posibilidad de vengar la muerte de la mujer a la que amó 50 años después pero es, sobre todo, un homenaje a mi padre, a esa Barcelona que me enseñó y que se ha desvanecido hace ya muchos años por el horrible fenómeno de la gerintrificación», ha denunciado el escritor.

Todo en una gala que ha vivido las actuaciones del guitarrista Josete Ordóñez (que ha construido un proyecto sobre un Frankenstein resuturado) y de Rosa Massip que ha puesto en escena el tema Viejitos felices basado en un relato de Marta Robles. Además, en el transcurso de la misma, se ha leído un manifiesto por la convivencia y la cultura redactado por David Lozano y se ha vivido un show en vivo de la maquilladora Irene Tudela que ha demostrado que «con el maquillaje se pueden contar muchas cosas» jugando con La dama del lago y la manera en que fue asesinada.

Pero el festival Aragón Negro solo acaba de empezar y todavía quedan muchas actividades en las 23 sedes con las que cuenta. La previsión de la organización es que un total de 40.000 personas participen en alguno de los actos que se han programado.