INTERPRETES: Al Ayre Español, Eduardo López Banzo (director)

LUGAR: Sala Mozart del Auditorio

FECHA: Sábado, 4 de diciembre

ASISTENCIA: Lleno

Al Ayre Español estrena convenio de patrocinio con la DGA y celebra su flamante Premio Nacional de Música con un doble concierto, que suma a su lista de éxitos indiscutibles, en la Sala Mozart. El programa puede causar algún reparo a priori. La Resurección es un oratorio juvenil de Händel que no se lo pone fácil al público. Son dos horas, no hay apenas argumento, los personajes interactúan únicamente en los recitativos y la sucesión de arias podría hacerse algo árida si no se conoce la obra, que no es precisamente popular. Ahora bien, la música de Händel es excepcional y con cantantes e instrumentistas como los que nos ocupan, el concierto se pasa en un suspiro.

El elenco de solistas era un hallazgo. Los cinco estuvieron magníficos en todas sus intervenciones. Las sopranos Claron McFadden y María Espada, el contratenor Jordi Domenech, el tenor Lluís Vilamajó y el barítono Josep Miquel Ramón se repartían las veinte arias del oratorio casi a partes iguales, con buen color vocal, ornamentación cuidada y excelentes agilidades. La calidad del grupo instrumental, con la violinista Amandine Beyer estrenando puesto de líder, estuvo en la misma línea, en afinación y, sobre todo, en detalles dinámicos y precisión de ataque.

Eso sí, al césar lo que es del césar. Mucho del mérito de la velada recae en el director del asunto, el zaragozano Eduardo López Banzo, músico de talento extraordinario, tanto como es inhabitual su capacidad de entusiasmarse y entusiasmar. Este hombre se ha metido en la cabeza todo el Barroco y obtiene interpretaciones que rezuman espontaneidad y autenticidad. Todo el abundante trabajo previo, imprescindible en este repertorio (decisiones sobre ornamentación, instrumentación del continuo, tempi ,...), queda oculto ante la naturalidad del resultado. La comprensión de la teatralidad barroca que ha logrado y que extrae de sus músicos es total. Los recitativos y las arias se engarzan sin problemas. El bajo continuo es un dechado de colorido: gran idea, por cierto, emplear órgano, clave, archilaúd y gamba para el acompañamiento.

Al final, el rol de López Banzo llega a ser -permítaseme la vulgaridad de la comparación- como el Tulipán. En ese enorme bocadillo de La Risurrezione , acaba estando tan bueno el pan (los recitativos) como el chorizo (las arias). El primer beneficiado es el compositor, cuya música se revive como si estuviera creada ayer mismo. El segundo, el público, que disfruta de las intensas emociones de estas páginas (donde hay tanto drama como meditación y júbilo) en condiciones óptimas. Y, por último, gana el intérprete, que ve recompensado el esfuerzo de años, porque a tocar así no se aprende ni en un rato ni calentando el asiento local, con el reconocimiendo debido. Y que la moral siga alta.