No cree que su película haya generado «tantos extremos». Y lo dice porque lo cree. De hecho, asegura «que hay un consenso bastante general y no me tiran piedras por la calle. El otro día estaba en una cafetería y se me acercó una señora para decirme que era de derechas total pero que le había gustado la película porque permite conectar con lo que se cuenta». El que habla es Alejandro Amenábar y lo hace sobre su película Mientras dure la guerra, en torno a la que giró el viernes una nueva sesión del ciclo La buena estrella en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.

Amenábar prosigue con su reflexión sin obviar que en Valencia un grupo de ultraderecha obligó a suspender una proyección de la película: «Siempre hay algún exaltado pero es una minoría y hechos puntuales. La sensación que a mí me llega es que la gente está llenando las salas y que sale impregnada de una actitud de serenidad y reflexión que es el sueño de cualquier director».

Mientras dure la guerra sigue a Miguel de Unamuno en los primeros meses de verano de 1936 en los que se produce el golpe de Estado que desemboca en una guerra civil: «De mi ignorancia sobre la relatividad nació Ágora y al descubrir la anécdota del discurso de Unamuno en el Paraninfo y que había apoyado el golpe en sus inicios nació Mientras dure la guerra. El cine me sirve para aprender y sí que siento que algunos de los espectadores no sabían casi nada de lo que narramos. Hay que mirar al pasado sin miedo».

Preguntado sobre si todo lo que narra la película sucedió, Amenábar también es claro: «La ficción siempre tiene algo de ficción pero por algo lo es. Dicho esto, se trata de una película basada en hechos reales. Recoger la realidad y ver cómo funciona dramáticamente es apasionante... En mi caso, cuando me cogía algunas licencias siempre tenía la máxima de no alejarme del espíritu de lo que sucedió porque puedes faltar a otras cosas pero al espíritu no. Y en la escena final, en el famoso discurso de Unamuno es verdad que no incluimos las referencias al País Vasco o a Cataluña pero él habla de compasión y en el lado de la reconstrucción, la conciliación y la unidad yo siempre voy a estar como Unamuno».

UNAMUNO COMO ANCLAJE MORAL / Abordar un tema como la guerra civil en España siempre es algo complicado aunque Amenábar lo haya hecho desde un punto de vista diferente. ¿Sintió responsabilidad al abordar Mientras dure la guerra? «Siempre que tratas material altamente inflamable lo tratas con responsabilidad y prudencia pero sin miedo. Hay que contar las cosas y mi anclaje moral en este caso ha sido Miguel de Unamuno. Intentaba no desviarme de él».

Los paralelismos con la España actual se hacen más que evidente a lo largo de la película y Amenábar tampoco rehúye la su opinión sobre la situación mundial: «Hay muchos síntomas que nos hacen pensar en la primera mitad del siglo XX. Parece que viene algo que no tiene por qué ser mejor, una sensación que yo ya tenía cuando rodé Ágora. No sé qué pasará pero también os digo que aunque la gente diga que soy pesimista por mis películas, yo soy de naturaleza optimista y creo que en España nos acabaremos entendiendo. Reivindico el derecho a pensar diferente y a la diversidad. Tengo un amigo inglés al que le gusta mucho España pero siempre me dice que no sabemos discutir porque no dejamos hablar al otro».

Uno de los principales problemas con los que se encontraron los actores a la hora de interpretar sus papeles es la falta de referencias: «Lo más complicado fue extraer la intimidad de Unamuno durante esos dos o tres meses. Estuvo encerrado en su casa y había que imaginar qué es lo que pasaba aunque en cuanto a la voz a Karra Elejalde le vino muy bien una grabación que existía de él. Le inspiró muchísimo».

Con respecto a la papiroflexia (Unamuno está considerado uno de sus pioneros en España y en la película está constantemente haciendo figuras de papel), Amenábar citó a Alfred Hitchcock: «Es uno de los directores que más admiro y él decía que cuando hay un elemento en la película tienes que ser capaz de utilizarlo en el desenlace. Desde el principio tenía claro que la papiroflexia tenía que tener su encaje democrático y por eso tiene esa importancia en el final».

Hoy arranca en Valladolid la Seminci donde Alejandro Amenábar recibirá un homenaje con la Espiga de Honor del festival: «Yo siempre digo lo mismo, los premios no hay que buscarlos pero sí que hay que agradecerlos, por supuesto». H