Pasar desapercibido se le hace imposible. Ya sea por sus múltiples apariciones en televisión o por su talento natural para hacer reír, Edu Soto se ha convertido en uno de los imprescindibles de la comedia española, una faceta que ahora trata de combinar con la música. Hoy llega a Zaragoza con Más vale solo que ciento volando, una función total que promete hacer reír a todo el que la presencie. Será a las 22.30 horas en el Teatro de las Esquinas.

-¿El gilipollas nace o se hace? Le pregunto porque usted lo plantea en su espectáculo.

-Nace (ríe). Los que lo son nacen ya con el gen del gilipollismo. A lo que me refiero con esto es que siempre hay alguien que te estorba alrededor, aunque a lo mejor a veces eres tú el gilipollas. Eso nunca se sabe.

-En este caso no le estorba nadie en el escenario porque está usted solo. ¿Le da vértigo?

-Pues no porque estoy acostumbrado, pero podría decir que este espectáculo es en el más me ha costado relajarme. Hasta que no lo he hecho hasta 20, 30 o 40 veces no he conseguido calmarme. Hay un componente de improvisación en este show que siempre me ha hecho dudar mucho de si voy a dar en el clavo o no. Me daba miedo que se fuera a liar. Cuando imptovisas siempre hay un componente de riesgo.

-¿Cuánto de improvisación hay pues en Más vale solo que ciento volando?

-Yo diría que más de la mitad del espectáculo no es que esté improvisada pero sí que depende de la improvisación. Dependiendo de lo que ocurra con el público y la información que me den, el espectáculo va hacia un lado o hacia otro.

-El refrán, corrigiendo el título de su función, dice que más vale solo que mal acompañado. ¿Ha estado alguna vez mal acompañado?

-He tenido la gran fortuna hasta ahora, y toco madera, de trabajar con compañeros con los que he aprendido muchas cosas. Pero también me ha tocado trabajar en alguna ocasión con gente, que nunca nombraré, con la que he pensado que lo iba a pasar mal. He aprendido mucho de la gente, pero sí, más vale solo que mal acompañado.

-¿Hasta qué punto es relevante el papel del público en la función? Hay personas a las que les da mucho reparo tener que interactuar con el cómico de turno.

-Yo no soy un tipo demasiado provocador ni quiero dejar en evidencia a nadie. Cuando llevas tiempo en esto acabas teniendo instinto para saber a quién le va a molestar y a quién no, y si me dicen que no pues no les puteo.

-En este espectáculo canta, se da un premio, baila…

-Esto no es un monólogo al uso como los que estamos acostumbrados a ver, en el que hay un señor hablando en el escenario y ya está. Creo que la gente me conoce por muchísimas cosas y sería decepcionante tanto para ellos como para mí que simplemente contara una historia.

-Se atreve con Camilo Sexto otra vez, ¿le ha cogido gusto al personaje?

-Es un cantante al que admiro desde hace mucho y desde el programa de Tu cara me suena la gente exige que yo cante. Y a mí como me gusta pues aprovecho.

-¿Es complicado ser cómico hoy en día?

-Se ha complicado un poco todo. Ahora siempre hay bromas de las que piensas: «esto está rozando el larguero». Hay cosas que nunca me había planteado, es fuerte. La modernidad nos lleva a esto. Hay que seguir haciendo humor, aunque sea con más cuidado.

-Ha demostrado ya mucho, ¿qué es lo que le falta por hacer?

-Todo el mundo cree que he hecho ya muchas cosas, pero a mí me parece que he hecho muy pocas. El tiempo corre demasiado deprisa. Desde que empecé en la tele hace 15 años o así he trabajado mucho, pero quiero seguir trabajando más.

-¿Le sigue pesando el personaje del Neng, por el que todo el mundo le reconoce y por el que siempre, imagino, le preguntarán?

-Hubo un tiempo que sí, que me llegó a pesar. Pero ahora ya no. Creo que es muy bonito que la gente me recuerde por algo que he hecho y estoy orgulloso de ello. Aquel papel me encasilló en un personaje y temía no poder salir de ahí, pero he demostrado que no era así, que podía hacer otras cosas muy diferentes.

-¿Ha cambiado mucho desde aquella primera vez?

-Bueno, me he hecho mayor.