Michael Connelly suele visitar España con cierta frecuencia. Recientemente fue un turista más en Barcelona y tuvo el detalle de avisar a su editor para que pudiera organizar algunas entrevistas madrugadoras en su hotel, justo antes de visitar la Sagrada Família y el Museo Picasso, y hablar así de su último libro publicado en España, La habitación en llamas (Alianza de Novelas), el que suma 17 de los 21 que ha publicado ya en EEUU con el detective del cuerpo de policía de Los Ángeles Harry Bosch como protagonista (el número 18, Del otro lado, fue publicado en España antes de lo que tocaba).

-En ‘La habitación en llamas’, tiene un papel importante una policía hispana, Lucía Soto. En su último libro publicado en EEUU, ‘The late show’, una policía surfera, Renée Ballard. ¿A qué se debe ese protagonismo creciente de las policías en sus libros?

-Creo que se debe al hecho de que conozco bastante bien a una agente de la policía de Los Ángeles, que me inspira con las historias que me cuenta. Creo que gracias a ella estoy dando más esta visión femenina. En La habitación en llamas, el papel de Lucía Soto se debe a que Harry Bosch está llegando al final de su carrera y me parecía interesante que hiciese de mentor de una policía más joven, promocionada de forma precipitada porque se ha convertido en una heroína.

-Además, es latina (investiga la muerte de un mariachi que colaboró en la campaña del primer alcalde latino tras quedar paralítico en un tiroteo).

-Mi trabajo es reflejar toda la sociedad de Los Ángeles y eso incluye la comunidad latina. Llevaba años escribiendo sobre un hombre blanco y pensé que era bueno introducir esa importante cultura. El incendio en el que murieron varios niños y que ha marcado a Soto está basado en uno real de hace 20 años, que afectó a la comunidad latina y que recordé de cuando era periodista, el incendio de Burlington. Curiosamente, se ha cerrado el círculo, porque hace tres meses fue resuelto en la vida real por la policía de quien le hablaba.

-¿La solución del caso tiene alguna similitud con la del libro?

-Un poco. Fue una banda a la que el dueño del edificio le había dicho que no quería que traficasen con drogas.

-Aquí, Bosch trabaja en crímenes sin resolver porque la criminalidad ha bajado y el departamento se lo puede permitir. ¿Ha bajado en la vida real?

-Estaba bajando cuando escribí el libro, después ha remontado un poco, pero hay la mitad de asesinatos que en los 90 y principios de los 2000. Oscilan en función de la prosperidad y las crisis, pero en esos años influyó la epidemia de crack y las guerras de bandas que traficaban con él.

-La primera escena tiene un cadáver abierto en la mesa de la forense. ¿Se ha sentido obligado en los últimos años a incluir más elementos de ‘CSI’?

-Lo forense no es muy importante para mí, pero ha de estar presente. Intento buscar un equilibrio, o utilizarlo solo para situar o definir al personaje, como en esta novela.

-¿Cómo gestiona el envejecimiento de Bosch? En próximas novelas deja el cuerpo y se hace investigador privado.

-Para mí era un problema que por su edad lo tuviera que jubilar, porque nació en 1950. Hace dos años creía que el personaje estaba acabado, pero le he dado una segunda vida. Con la crisis económica hay pequeños departamentos de policía que han aceptado la colaboración como voluntarios de policías sin importar lo viejos que sean. En el siguiente libro, Bosch será policía voluntario en San Fernando, localidad con mucha delincuencia que lo acoge con los brazos abiertos por su experiencia.

-En cierto sentido, Bosch siempre ha sido un policía voluntario.

-Es un hombre con una misión, no es policía por el dinero. Quiero que trabaje hasta su último día. Ahora tiene 67 años y trabaja en homicidios.

-La serie ‘Bosch’ tendrá una cuarta temporada. ¿Qué le está pareciendo?

-Me gusta mucho el trabajo que han hecho. Estoy muy implicado, trabajo todos los días con los guionistas.

-¿Se imaginaba así a Harry Bosch?

-No, porque el actor, Titus Welliver, es más joven. Pero es bueno, sabe reflejar bien y de forma creativa las turbulencias internas del personaje.

-En la última novela de Don Winslow, frente al movimiento ‘Las vidas negras importan’, que denuncia la brutalidad policial contra los negros, surge otro, ‘Las vidas azules importan’, para recordar a los policías asesinados.

-Entre los agentes de policía existe la idea de que no se tiene en cuenta lo difícil que es su trabajo, y que se les culpa a todos por unos pocos que disparan cuando no deberían. Ambas partes tienen quejas justificadas.

-Usted ha escrito sobre los disturbios de Los Ángeles de 1992 tras la paliza a Rodney King. ¿Ahora la respuesta es políticamente más organizada?

-Sí, pero la raíz de estos problemas es la misma, es decepcionante que 25 años después de los disturbios aún haya segmentos de la sociedad que se sientan maltratados por la policía.

-Cuando vemos esas escenas filmadas en que se dispara con tanta facilidad sobre un peatón o un conductor detenido por una infracción de tráfico, ¿son prejuicios raciales o sería distinto sin tantas armas en la calle?

-Tenemos un problema con el acceso tan fácil a las armas en mi país . Y un problema económico: a partir del 2008, la policía sufrió grandes recortes, los que quedaron solo respondían a llamadas de emergencia y dejaron de hacer el trabajo de policía comunitaria. Han acabado aislados y aprensivos, viendo delincuentes por todas partes, disparando en situaciones que creen que son peligrosas pero que al revisar el vídeo te das cuenta de que no lo son. Aunque no quiero que parezca que siempre defiendo a la policía.