Los aledaños del Estadio del Ejército, en la Ciudad de Guatemala se convirtieron en las horas precedentes al concierto en un festival temático sobre Héroes del Silencio: puestos de cerveza, camisetas, canciones del grupo en los radiocasettes y una noche de clima muy agradable, en la que la lluvia no se hizo presente, informa Aragón Musical.

Una hora después de lo previsto, las luces del estadio se apagaron y comenzó a sonar la versión de Song to the Siren original de Tim Buckley en la voz de This Mortal Coil, la misma canción con la que abrían sus shows años atrás, entre los gritos entusiasmados del público. "Muy buenas noches, Guatemala , teníamos ganas de veros de las caras ya".

Once años antes, en septiembre de 1996, los Héroes del Silencio habían pronunciado casi la misma frase en la plaza de toros de la misma capital. Temblaban con el viento las pantallas gigantes.

Las pantallas comienzan a subir hasta el techo y aparecen Enrique Bunbury, Joaquín Cardiel, Pedro Andreu, Juan Valdivia y su hermano Gonzalo en el papel de quinto héroe en esta gira de reunión. Enrique viste pantalón y chaqueta de vinilo negro, el color oficial del grupo. Arrancan con El estanque. El delirio es contagioso, todos empujan para estar un centímetro más cerca. Los había venidos de El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica, España o México. De todos ellos se acordó el grupo cuando dedicaron La Sirena Varada a todos los hermanos centroamericanos.

DINAMISMO

Enrique se movía de un lado a otro del escenario, corría, se agachaba, se adelantaba utilizando el escenario en forma de T que sobresale de la parte principal, se sentaba, se ponía de rodillas y reptaba. Estaba entregado y el público también. Eso contrarrestó los pequeños desajustes que se notaron en el sonido en las primeras canciones.

Emotiva la de Apuesta por el Rock and Roll, con Bunbury reclamando más atención para este género en las radios guatemaltecas. También hubo tiempo para la nostalgia al presentar Héroe de Leyenda y recordar sus comienzos en Zaragoza. No más lágrimas cerró la primera parte.

Bunbury sacó su armónica, y comenzó una introducción diferente e irreconocible que acabó dando paso a los acordes de Maldito Duende. Era la parte fuerte del show, llegó Iberia Sumergida y un grito esperado, el de Avalancha, que Enrique cantó a capella antes de dar paso a la canción que dio título a su último disco de estudio como Héroes del Silencio. En el estribillo, los efectos pirotécnicos inundaban seis puntos distintos en el escenario, cuatro atrás y dos delante. Era la forma de despedirse, pero había más.

"Hoy es un día muy difícil para nosotros, después de tantos años tocamos delante de ustedes- Perdonen todos nuestros problemas- pero para nosotros ha sido un placer hacerlo aquí. Estamos muy agradecidos".

Bunbury se disculpaba para iniciar el bis, aunque las 25.000 personas que abarrotaban el estadio apenas se habían percatado de esas pequeñas dificultades. Bendecida marca uno de los momentos álgidos del concierto, aunque la despedida con humo y confetti al final de La Chispa Adecuada hacía pensar que no se puede mejorar el espectáculo. Pero se podía. Aún tocaron El mar no cesa, Tumbas de Sal y En los brazos de la fiebre. Llevaban 25 canciones, dos horas y veinte minutos de concierto. Enrique salió con un cañón de luz enfocando al público, y terminó aplaudiendo a la gente. Todo acabó con fuegos artificiales.