El fenómeno de la emigración española a Nueva York a finales del siglo XIX y principios del XX ha pasado prácticamente desapercibido. Quizá ha sido cuestión de números, que, aunque nada desdeñables (decenas de miles de personas), fueron inferiores a los de grandes migraciones como las de italianos o las de irlandeses. Puede deberse también, como explica el historiador de la Universidad de Nueva York James Fernández, a que EEUU encasilló a los españoles que llegaron a su territorio como «exploradores y frailes» y a que España parece que no acaba nunca de rendir la cuenta política e histórica con quienes emigraron. Como sea, ahora quizá algo cambie. Porque ese fenómeno late en las 624 páginas de Las hijas del Capitán (Planeta), cuarta novela de la superventas María Dueñas.

La autora ha pasado unos días en la ciudad elegida como escenario en un viaje promocional. Y en una entrevista cuenta que «la primera idea era escribir sobre mujeres emigrantes, sin saber adónde las iba a mandar». Pensó en la operación Canguro, programa gubernamental de emigración asistida a Australia, y en movimientos dentro de la península del campo a la ciudad. Hasta que se le cruzó Nueva York. «No sabíamos nada de esa inmigración, que no fue igual que la de Argentina o Cuba pero tuvo trascendencia y duró décadas».

Al descubrir que había mucha información en fuentes como el diario La Prensa; que hay quien lleva más de 10 años trabajando en documentarla, como James Fernández y Luis Argeo (autores del libro Invisible immigrants), y que quedaba gente viva o sus descendientes, se decidió. «He tenido la suerte de contar con voces vivas. Dentro de cinco o diez años no habrá esa primera persona. Mientras tenga la posibilidad de acceder a esa fuente maravillosa de recursos, vale la pena utilizarlos».

Dueñas supo también que quería que el libro tuviera «un protagonismo más plural que los anteriores». Y así ideó a Victoria, Mona y Luz Arenas, tres hermanas malagueñas que, nada más llegar con su madre a la ciudad, pierden a su padre en un accidente y tienen que salir adelante en una urbe dura, cada una con su personalidad, cada una con sus objetivos. «Haciendo malabares con tres vidas podría ofrecer una perspectiva más rica de todo el entorno».

Para Fernández, el historiador, «es como si María hubiera animado fotos, imaginando el antes y el después». Y cree «un gran acierto» que haya elegido situar la acción en los años previos a la guerra civil, un conflicto que rompió los sueños de volver a España.

Las aventuras y desventuras de las Arenas, en las que van apareciendo personajes reales como Xavier Cugat y Alfonso de Borbón, transcurren además en un Nueva York donde la huella española es casi ya imperceptible. No queda nada en la calle Cherry, donde estaban los muelles. Y en la Calle 14, epicentro de la Little Spain, solo sobrevive una iglesia (que no se puede visitar) y el establecimiento La Nacional. «Me sorprende y me apena esa poca huella», lamenta la autora. «Debería haber un esfuerzo institucional por apoyarlo pero... Somos dejados. De pronto queremos construir castillos en el aire y se nos llena la boca con la marca España, pero las cosas que tenemos las cuidamos mal».

Ella ha hecho su parte. Y habla con pasión y «total admiración» de las mujeres reales que emigraron. «No hablaban inglés y se deslomaban para trabajar en lo que fuera. Sobrevivían, batallaban en la compra o con el casero para que no las engañaran, en el colegio... Son historias épicas». Dueñas encuentra un claro paralelismo no tanto con las mujeres que se marchan ahora de España sino con aquellas que llegan de Latinoamérica, de Europa del Este, de África... «Te cuentan cómo viven y se te cae el alma a los pies».