Suele pensarse, de forma superficial, que el cine de terror es sinónimo de escalofrío fácil, de simple jump scare. Así lo es en ocasiones, lo cual tampoco tiene por qué ser necesariamente malo, porque It o cualquiera de las entregas de Expediente Warren -incluida aquí su triunfal spin-off La monja- son excelentes muestras de cine de terror comercial que sabe jugar de manera inteligente y creativa con el susto imprevisto y otros estándares del género. «Un cine basado en el sobresalto y en una cierta simplicidad, lo cual no implica que no tenga calidad, que la tiene, y mucha», apunta Ángel Sala, director del Festival de Sitges. Pero también triunfan, tanto a nivel artístico como comercial, propuestas sofisticadas, cerebrales, complejas, de vocación autoral, como It follows, Llega de noche o Hereditary.

«Es cierto que las franquicias tradicionales siguen triunfando, pero estamos asistiendo al resurgir del terror psicológico más adulto, con historias oscuras que nos retrotraen al último momento de esplendor del género, que fue en los 70», afirma el psiquiatra y guionista Eduardo Toralla. «Películas como La bruja, Déjame salir, Hereditary, Un lugar tranquilo, Verónica o Errementari son un buen ejemplo».

Para el crítico de cine Quim Casas, el terror más tradicional, el más canónico, sigue funcionando, pero quizá no tanto al nivel de décadas anteriores. «Periódicamente vuelven Predator, La noche de Halloween, La matanza de Texas o las películas de zombis. Hay público que necesita esas películas y las jalea. Pero cada vez hay más aficionados al género que buscan experiencias más intelectualizadas».

Trastornar nuestra psique

En este sentido, y en opinión del historiador cinematográfico Antonio José Navarro, en el cine de terror «ha habido y hay de todo. Actualmente, algunas películas de violencia extrema -pensemos en las sagas de torture porn Hostel, Saw o The human centipede- satisfacen nuestra atávica fascinación por los espectáculos crueles y violentos. Otras, sin embargo, se proponen trastornar nuestra psique, como A dark song, madre! o Hereditary». Para el crítico, «el trauma del 11-S» provocó «una explosión de creatividad y brutalidad», que ha dado paso, a manos de las nuevas generaciones de cineastas, a una aproximación al cine de terror «más arty y menos implicada en sus esencias siniestras».

Según el guionista Alberto Marini, el requisito principal para el éxito de una película de terror es, más allá de tendencias y modas, que la historia relatada sea creíble. «Un productor americano me dio un consejo hace unos años. Me dijo _que había que centrarse solo en dos cosas: que el protagonista importe al público y que la amenaza que se expone sea lo más creíble y aterradora posible, sin importar que sea original o se haya visto cien veces. Creíble y aterradora. Posiblemente no hay más».