Alfonso II fue el primero que apuntó la idea de convertir el monasterio de Poblet (en la provincia de Tarragona) en el panteón real de la Corona de Aragón y así lo expresó en su testamento firmado en Perpiñán. Sin embargo, hubo de esperar a que pasarán seis reyes más para que Pedro IV El Ceremonioso se pusiera manos a la obra y encargara la que se conocería como la Capilla Real al maestro escultor Aloi aunque para entonces ya se habían ido enterrando allí los diferentes monarcas fallecidos ya que Pedro II, hijo y sucesor de Alfonso II, cumplió los deseos de su progenitor y le dio sepultura en el citado monasterio cisterciense.

En la Capilla Real de Poblet, reposan los restos de seis reyes de la Corona de Aragón (además de Alfonso II y Pedro IV, se encuentran Jaime I -que regresó aquí tras su traslado a Tarragona-, Juan I, Fernando I y Juan II) aunque hay hasta 16 cuerpos ya que también recibieron sepultura allí las diferentes mujeres de los reyes (María de Navarra, Leonor de Portugal, Leonor de Sicilia, Martha de Armagnac, Violante de Bar y Juana Enríquez). No son los únicos restos reales que hay en Poblet ya que fuera de esa capilla también están enterrados independientemente Martín I y Alfonso V.

Es ese monasterio de Poblet donde reposan la mayoría de reyes de la Corona de Aragón aunque no es el único lugar ya que, por ejemplo, en el de Santes Creus descansan los restos de Pedro III y de Jaime II mientras que los de Pedro II, hijo de Alfonso II, se encuentran en el monasterio de Sijena donde también está enterrada la abuela de Jaime I, Doña Sancha.

Benedictinas de Jaca

En cuanto al linaje real aragonés, el del Reino de Aragón que no llegó a ver la Corona de Aragón, la cuna del mismo, el monasterio viejo de San Juan de la Peña, es el que acoge a Ramiro I, Sancho Ramírez y Pedro I. Bien es cierto que no durante las últimas dos décadas que se trasladaron a la Universidad de Zaragoza para realizar diferentes estudios. Tal y como anunció ayer Nacho Escuín será el 24 de junio cuando el linaje real regrese al monasterio oscense.

No muy lejos de allí, en Jaca, en las Benedictinas, están enterradas las hijas de Ramiro I, Sancha, Teresa y Urraca en un monasterio en el que también se encuentra el conde Guillem Beltrán. Precisamente, este es uno de los lugares que podría formar parte en un futuro de la ruta de los panteones a la que se podrían sumar también Montearagón (donde reposaron los restos de Sancho Ramíres y Alfonso I antes de que fueran trasladados), San Victorián (donde estuvieron, aunque no queda nada, los Reyes de Sobrarbe) y el de Santa Cruz de la Serós (donde se enterró en un principio a Sancha, la hija de Ramiro I).

Otro de los lugares destacados en cuanto a restos reales aragoneses en la iglesia de San Pedro el Viejo de Huesca donde están los restos óseos precisamente de Alfonso I (se trasladaron desde el castillo oscense de Montearagón en 1843) y de Ramiro II, que fueron reinhumados en el año 2011 después de que se realizara un estudio sobre su ADN y que permitió conocer el perfil genético privativo de los monarcas aragoneses.

Tampoco hay que olvidar a La Seo donde, aunque no hay ningún rey, sí hay diferentes miembros de la familia real aragonesa entre los que se encuentran la hija de Jaime I, María, Juan de Aragón o Alonso, hijo de Fernando el Católico. Este rey, el último exclusivo de la Corona de Aragón, reposa en la Capilla Real de Granada junto a su esposa Isabel.

Dos piezas excepcionales

De todos ellos, se consideran dos piezas excepcionales aragonesas de arte funerario, aparte del románico panteón de nobles de San Juan. el sarcófago romano (siglo III) de alabastro que cobija los restos de Ramiro II y del románico, en piedra, destinado a doña Sancha de Aragón, hija de Ramiro I y abadesa de Santa Cruz de la Serós. El primero, como ya se ha apuntado, se encuentra en la iglesia de San Pedro el Viejo de Huesca, el segundo en el convento de las benedictinas de Jaca.

Con la ruta de los panteones reales que va a crear el Gobierno de Aragón, se pretende poner en valor la presencia de los panteones que hay en la comunidad. Utilizar la rica historia con la que cuenta Aragón para que revierta en el futuro.