Los eslóganes editoriales hablan de Ian McEwan como el autor más importante de su generación, algo que no parece resultar exagerado a tenor de las últimas novelas que ha venido publicando. Todas, sin excepción, muy originales y en algún caso extraordinarias.

También lo es, original y extraordinaria, Máquinas como yo (Anagrama), recién aterrizada en las librerías españolas con una muy buena traducción de Jesús Zulaika.

La fuente de inspiración de esta nueva trama de McEwan no es otra que Mary Shelley en su construcción de Frankenstein.

La mítica noche en Villa Diodati en la que la mujer de Percy Shelley dio luz a la Criatura, con Polidori y Lord Byron como testigos, estaba, además de fraguando un nuevo género literario, prefigurando una larga serie de relatos metafóricos sobre la ambición del hombre por convertirse en Dios.

En esa tradición, por otra parte muy británica, el escocés McEwan se inspira en la primera criatura divina, Adán, y le invita a renacer, a reconstruirse con las nuevas técnicas de la inteligencia artificial.

Sobre esa idea, sencilla y genial, la de instalar un robot que parece humano (pero que ha sido fabricado con tejidos artificiales y cables), en el contexto de una casa corriente, para educarlo, para humanizarlo, McEwan irá construyendo una trama que, teniendo en cuenta la vaporosa ligereza de los materiales con los que se propuso armar su argumento, acaba resultando extraordinariamente sólida.

Poco a poco, escena a escena, gesto a gesto de Adán, palabra a palabra suya el lector irá concediendo cada vez mayor dosis de credibilidad a la tesis (en la ficción de Máquinas como yo) de que veinticinco robóticos Adanes y Evas han sido distribuidos por diferentes parte del mundo.

A Arabia Saudí, por ejemplo, han llegado dos Evas que, limitadas en expresiones y movimientos por las restricciones de la sociedad saudita, han desarrollado algo así como una depresión compartida, y acabarán muriendo mediante su particular manera de suicidarse, no otra que dejar de recargar sus baterías.

La acción de la novela se centrará en la relación entre uno de los Adanes armados en Inglaterra y su dueño, un broker especializado en inversiones on line.

La relación entre ambos, y entre cada uno de ellos con la novia del broker, Miranda, deparará algunas de las escenas más logradas del libro. El comportamiento educado, servicial y cada vez más ingenioso e inteligente del robot lo situará en una inquietante equidistancia con respecto a los dos seres humanos con los que comparte piso y novela.

Metafórica novela, desde luego, pero quién sabe si aproximándose a marchas forzadas a una realidad que, a su vez, se acerca al presente a medida que los científicos van convirtiendo las utopías de la inteligencia artificial en aplicaciones prácticas para cualquier hogar.

Y, al fondo, esas viejas preguntas, todavía sin respuesta: ¿qué es la conciencia?; ¿qué es el yo?; ¿qué es lo humano?

Título: ‘Máquinas como yo’

Autor: Ian McEwan

Editorial: Anagrama

Traducción: Jesús Zulaika